sábado, 27 de junio de 2015

Hundido (Relato no ficción)

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(El siguiente relato lo escribí como consecuencia de un experimento. Debía escribir un relato sacando la idea de una frase dada, con un período de tiempo máximo de tres horas para hacerlo y una extensión de no más de dos páginas en word con letra times new roman a tamaño 12.
Frase que da la idea para el relato:“…Cuentan que el mar no entiende la poesía. Oye los versos de los hombres e intuye la emoción que provocan, pero en las profundidades marinas todo se aquieta y los sentimientos se diluyen." (Nínive).).
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HUNDIDO

Sí que estaba lejos la maldita cala, joder. Con disgusto imprimió más fuerza al pedaleo de sus piernas, a su lado Carla parecía ajena a todo, tenía esa expresión tan suya de estar en otro lugar mientras sonreía quedamente. El bikini blanco le queda estupendo. Y encima con ese tono aceitunado que le ha dado el sol estos cinco días su belleza resalta aún más. Se miró los brazos un instante y le molestó que su piel siguiera tan rojiza como la de una langosta.

Qué se le iba a hacer, estaba siendo una escapadita deliciosa, apenas habían discutido y se sentía indescriptiblemente liberado de los problemas del trabajo. Solo tenía una leve duda, bueno, más bien un angustioso nudo en el estómago. ¿Qué era aquello que se solía decir?, cuánto más feliz es uno…


Logró hacer girar el artilugio aquél, llamara como se llamara, y dejaron a su izquierda una roca bastante alta que sobresalía entre el oleaje. Varias pedaleadas más y llegaron a la arena. Casi inmediatamente Carla echó a correr riendo y extendiendo los brazos.

—¡Qué hermoso, Mario! Teníamos que haber traído la cámara, o los móviles.

—No podía ser, ¿dónde los metíamos?, la idea era “tú, yo y la cala”, nada más.

—Vale, vale, ¿y ahora qué?

—¿Qué tal un bañito?

Carla compuso una expresión pícara y en un parpadeo se desprendió de la parte de arriba del bañador. Mario tragó saliva y no pudo evitar sonreír como un idiota, se acercó a ella y trató de aferrarla por la cintura. Apenas logró rozarla antes de que se escabullera y se lanzara al agua. Por un momento se engañó a sí mismo al pensar que mejor sería descansar un poco después de pedalear hasta allí. Casi de inmediato sacudió la cabeza y se lanzó en pos de su presa.

El agua fue refrescante y el jugueteo entre ambos lo sedujo más de lo que esperaba. Pronto sus pensamientos acariciaron la idea que llevaba alojada en su mente desde hacía casi dos meses. Miró a Carla, estaba realmente preciosa, sus ojos color caramelo tostado parecían más grandes que nunca, por un momento pensó que bien valían haber acarreado la cámara hasta allí. Luego dejó que su mirada se deslizara por su bonita nariz hasta tropezar con aquella boca que lo hacía enloquecer de tantas formas que podía marear. Dejó que sus ojos siguieran bajando, por el cuello, jalonado de una excitante constelación de pecas hasta descansar en el suave contorno de sus senos. Ella le golpeó levemente con el dedo índice bajo la barbilla para que volviera a mirarle a los ojos, parecía curiosa, ladeó la cabeza y le bañó con su sonrisa de nácar.

—¿Qué?

—Solo pensaba.

—¿Mirándome las tetas?

—Oh, una simple casualidad.

—¿Ah sí? —ahora parecía divertida, se impulsó y sus piernas le rodearon la cintura pegándose a él.

—Claro, cualquier parte de tu cuerpo me hace reflexionar.

—¿Solo reflexionar?

—Estás preciosa.

—Eso ya me lo has dicho muchas veces, podías ser más original ¿no?

Mario se pasó la lengua por los labios. Apenas se dio cuenta de lo salados que estaban. Ahora era el momento.

—No puedo ser más original, me faltan palabras para decirte lo hermosa que eres.

—Prueba.

—A veces me sorprendo deseando poder ser capaz de acariciarte en muchos puntos a la vez. En cuántas ocasiones me he quedado extenuado imaginando cómo podía besarte en el cuello para que mis labios probaran la suavidad de tu piel, o poder mordisquearte el glóbulo de la oreja mientras aspiro el olor de tu pelo. Esta misma mañana he creído asfixiarme al olvidarme de respirar mientras miraba la forma de tu espalda desnuda.

Carla lo miraba sorprendida. Pero no pensaba callarse, quizá estaba diciendo tonterías, pero necesitaba decirlas.

—Antes, al ver tus senos mis manos han comenzado a sudar con solo imaginar como las yemas de mis dedos circundaban tus pezones. Ahora…

—Mario…

—Ahora tengo miedo de que todas esas cosas solo sean pasajeras, que llegue un momento en el que no pueda hundir mi rostro en la oquedad de tu vientre o simplemente contar cada uno de tus dientes mientras te planto un beso.

Carla se separó de él y retrocedió un par de pasos. Decidió ignorar la alarma de su mirada.

—Eres mi vida, la razón de mi existencia, lo único bonito que he sido capaz alguna vez de tener.

Ahora ella se lleva una mano nerviosa a la boca. La sonrisa ha quedado bastante lejos.

—Me gustaría que esto fuera para siempre, me gustaría… ¿quieres casarte conmigo?

De modo casi automático saca el pequeño monedero de dentro del bañador y con seguridad extrae el anillo. Luego levanta la mirada y se lo ofrece a Carla. Entonces se queda paralizado, ella tiene una expresión de terror pintada en el rostro, se le acerca y de un manotazo hace que el anillo salga volando. Mario apenas puede seguir el brillo dorado antes de que se hunda en el agua.

FIN


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