martes, 8 de abril de 2014

Cara a cara con la oscuridad (Relato Wh 40k)

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CARA A CARA CON LA OSCURIDAD


PRIMERAS DECISIONES

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--


La flotilla de los Custodios del Tridente había llegado al Sistema Dolnúdaca preparada para la batalla. Todos los sistemas de ataque y defensa de las distintas naves estaban activos y en alerta. Los hermanos, tras acondicionar su equipo, se habían puesto las armaduras y mantenían las armas listas. Según los últimos mensajes de ayuda que habían recibido cuando aún estaban a dos sistemas de distancia, el número de enemigos era de una superioridad abrumadora y su agresividad casi imparable.

Tras penetrar en el Sistema Dolnúdaca, el Hermano Capitán Asirus se daba cuenta de que no habían sido exageraciones. Si, como habían sido informados, había dos sistemas más invadidos de aquél modo aquella batalla se convertiría en una larga Campaña. Esperaba que estuvieran preparados para eso, su Compañía acababa de completar las bajas que se habían producido en Colcheru, estaban al máximo de efectivos y, como era habitual, les acompañaban escuadras de otras compañías del Capítulo. A pesar de todo había decidido enviar un mensaje astropático al Capítulo informando de la situación en la que pronto se verían inmersos.

- "Nudus Pugio", Barcaza de Batalla de los Custorios del Tridente -


Ahora se enfrentaban al primer problema, las comunicaciones. Cualquier intento de contactar con las fuerzas militares desplegadas parecía imposible, algo interfería la señal, posiblemente el enemigo, pero, además, el poco tráfico de comunicaciones que habían interceptado de fuerzas imperiales era caótico, como un pandemónium en el que, con disgusto, pudo comprobar una absoluta falta de control o disciplina. Podían olvidarse pues de tratar de ponerse de acuerdo con alguna fuerza imperial para un ataque o una defensa conjunta.

- Piloto sitúenos a distancia de batalla del combate más cercano.

- Señor, en la pantalla aparecen una serie de señales de naves de la Guardia Imperial que empiezan a ser rodeadas por naves enemigas.

- Entonces vayamos a ayudarles - ordenó mientras tomaba asiento cerca del mando de la nave, el Almirante realizó una inclinación de aceptación en su dirección.

La Nudus Pugio era una Barcaza de Batalla con multitud de campañas a sus espaldas, había combatido en infinidad de sistemas, y también había sido reparada en múltiples ocasiones. En su interior cabían hasta tres compañías completas, junto al material y los vehículos de apoyo, además de la Guardia Naval formada por soldados humanos que prestaban servicio a los Custodios del Tridente. Asirus se sentía honrado por que aquella enorme nave, la segunda de su clase que poseía el Capítulo, hubiera sido asignada a la Quinta, su Compañía, mucho antes de que él ascendiera a Capitán, y llevaba ya cerca de dos siglos utilizándola.

Vio como se acercaban a la batalla, sin duda las naves imperiales lo estaban pasando mal. La Nudus Pugio abrió fuego en cuanto la nave enemiga más cercana estuvo a tiro, pronto los Destructores de la flotilla añadieron sus propios disparos. El Almirante de la Barcaza sabía hacer su trabajo así que él permaneció en silencio observando cómo se desarrollaba el conflicto. En el puente de mando se sucedieron las órdenes e indicaciones habituales, y a través de las cristaleras de alta resistencia pudo ver naves estallar, combates entre cazas, y un amplio etcétera. De vez en cuando algún disparo enemigo se estrellaba contra los escudos de la nave, pero apenas se notaba algún leve temblor.

No pasó mucho tiempo hasta que se aburrió del espectáculo, las batallas espacionavales no eran lo suyo, prefería tener al enemigo a mano, poder aplastarlo con su puño de combate o fundirle medio cuerpo con la pistola de plasma. Cerró los ojos. Recordó el combate personal contra el salvaje Kaudillo Orko que comandaba a los pielesverdes en Colcheru. Era un enorme ejemplar de su especie, tenía una armadura gruesa pero que apenas podía mantener su integridad debido a la presión que ejercían los músculos de su portador. Aquello sí que lo había hecho sentirse bien, enfrentarse contra un ser que osaba pisotear con sus sucios pies el feudo del Emperador y lograr destruirlo en nombre de éste. Una sonrisa se formó en sus labios mientras rememoraba la fea cara pielverde completamente destrozada bajo su puño de combate y... En ese momento notó, a través de los sentidos aumentados de su servoarmadura, el contacto de una mano sobre su antebrazo.

- Hermano Capitán, preciso hablar con usted.

Abrió los ojos y miró a Contoa. El Bibliotecario era un hermano por lo general afable, pero su tensión era palpable. Poco antes de penetrar en el sistema le había dicho que percibía fuerzas peligrosas en el conflicto y... antiguas. Cuando descubrieron que buena parte de las naves que habían invadido aquellos sistemas eran Preherejía, Contoa expresó su preocupación, y luego fue a encerrarse en su cubículo.

- Por supuesto hermano, vayamos a la sala del Strategium - le dijo levantándose del asiento.

No pudo evitar sentir cierta inquietud, pero pronto ésta se vio ahogada por otro sentimiento más poderoso, la ansiedad. Estaba seguro que el Bibliotecario le ofrecería la excusa para entrar en acción, o quizás no, en ocasiones su rango de Capitán lo obligaba a mandar a otros al combate.

Penetraron en el Strategium de la nave. Una espaciosa sala con el material necesario para estudiar y planear las estrategias de una batalla. Ni siquiera se sentaron.

- Bien hermano, habla.

- Hay tanto poder oscuro alrededor... muchas de las naves enemigas son del Caos, es como si estuvieran completamente empapadas de su esencia, es... molesto. Pero no es eso lo que me preocupa.

El Bibliotecario calló un momento. Asirus temió que no continuara hablando. Pero no fue así.

- Las naves Preherejía, si es que lo son, tienen un... no sé si decir un alma, es como un halo, un algo diferente. He podido examinar tan sólo un puñado, las más cercanas. Algunas parecen carcasas vacías, otras empiezan a emponzoñarse con el poder corruptor del Caos, pero he encontrado una que... no está vacía, pero tampoco parece haber nada dentro y sin embargo debe haberlo.

- Explícate.

- ¿Recuerdas Cénide?

Asirus se puso en alerta. ¡Tiránidos! El Bibliotecario siguió hablando.

-  Aquella nave a la deriva que interceptamos en Cénide también parecía vacía para mis sentidos. Y sin embargo había algo, un poder que parecía absorber cualquier intento de examen psíquico de mi parte. Luego, los descubrimos.

- ¿Me estás diciendo que una de esas naves de ahí afuera está plagada de tiránidos?

- No estoy seguro, es una nave Preherejía, y la noto extraña, me envía sensaciones contradictorias, pero además, a veces, absorbe mi "tanteo" mental.

- Debemos investigarlo - Asirus ni siquiera lo pensó, sabía que debía hacerse.

- Sí, por eso quería hablarlo contigo Gran Puño.

Oír de boca del Bibliotecario su título de guerra hizo que Asirus se sintiera por un instante enfadado. Contoa sabía bien que él estaba deseando entrar en acción, pero que no debía hacerlo, por eso le había recordado su título como Capitán de la Quinta Compañía de Batalla. No podía simplemente comandar una misión de investigación y desentenderse del objetivo principal que él mismo había impuesto, apoyar a las Fuerzas de Defensa asediadas de este sistema.

               *               *               *

Contoa sabía que había hecho enfadar a su amigo, pero era necesario, no podía dejar que Asirus dejara a la Quinta sin su guía. Y más en este momento, cuando habían sido añadidos un buen número de hermanos a sus filas. Cierto que no eran neófitos recién ascendidos, sino hermanos provenientes de las Compañías de Reserva, con experiencia en batalla suficiente, pero no tanta como la que el propio Asirus exigía a la Quinta cada vez que se sumergía en una nueva misión o campaña. Y este conflicto en el que ya estaban metidos iba a ser una prueba bastante dura para muchos de ellos. No, no podía permitir que Asirus se jugara la vida así como así.

Pero tampoco podía ir él, ¡por Dorn!, el Capitán había sabido jugar a su mismo juego, le había dicho que tampoco el Bibliotecario podía ir a meterse en la boca del kurdón. Y tenía razón, por mucho que ansiara investigar una de aquellas naves Preherejía con tantos enemigos de los Poderes Oscuros alrededor en cualquier momento podían sufrir ataques psíquicos, y era él, como Bibliotecario asignado a la Compañía, el que debía mantener éstos a raya.

Al menos, ambos habían estado de acuerdo en la elección de la escuadra que se encargaría de investigar la posible amenaza tiránida. La Nubes de Humo, formada por hermanos experimentados y cuyo sargento, Agufer, sabía muy bien cómo eran los tiránidos.

CARA A CARA CON LA OSCURIDAD

--Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---


La escuadra Nubes de Humo esperaba las órdenes
de su sargento. Acababan de realizar un peligroso abordaje a una de las naves más extraordinarias que cualquiera de ellos hubiera visto en su dilatada vida. Según les habían informado no era la más grande de las naves Preherejía que estaban cerca, de hecho era relativamente pequeña, sin embargo conforme se acercaban para abordarla se encontraron con que tan sólo era un poco menor que la Nudus Pugio, la nave insignia de la Quinta Compañía de los Custodios del Tridente. Ellos eran once guerreros, una escuadra táctica completa a la que se le había asignado un apotecario, y Ghuno dudaba que pudieran explorar ni la cuarta parte de aquél enorme pecio espacial en las apenas veinte horas estándar de las que disponían.

Pero, al fin y al cabo no habían ido para eso. Mientras la nave que los transportaba hacia su objetivo sorteaba los ataques de cazas enemigos y las ráfagas de las torretas defensivas de las naves más grandes, el sargento Agufer les había detallado su misión. Debían comprobar qué había en el interior de aquél buque espacial, según el Bibliotecario de la compañía podría haber tiránidos infestando sus corredores y salas. Genestealers. Todos sabían lo peligrosos que eran aquellos seres, pero sólo Agufer se había enfrentado antes a ellos, y les había dado una buena charla al respecto. Ghuno llevaba bajo sus órdenes casi setenta años estándar, y nunca lo había visto tan preocupado. No dudaba del valor de su hermano, lo había visto enfrentarse a multitud de enemigos, y habían sido muchas las veces que gracias a su liderazgo la escuadra había sobrevivido contra todo pronóstico, sin embargo, en la charla informativa había puesto excesivo celo en hacerles ver la peligrosidad de estos xenos. Ghuno pensaba que no había sido buena idea.

Desplegados en un corredor sumido en la oscuridad, podía notar la tensión en sus hermanos. Él mismo se sentía ansioso, cuando normalmente antes de cada combate mantenía la serenidad. Decidió centrar su atención a su alrededor, el lugar le resultaba extraño, los detalles eran indudablemente de manufactura imperial, pero tenían algunas diferencias, una ordenación distinta quizás, y, desde luego, había una gran profusión de adornos. Nunca antes había visto tanto despliegue artístico en un simple corredor de una nave de guerra. Pero había algo más, sus sensores indicaban que el lugar estaba a muy baja temperatura, algo normal si, como parecía, llevaba vagando por el espacio sin tripulación que precisase soporte vital durante siglos o incluso milenios, pero también había detectado que el aire era respirable, costaría mucho a un simple humano pues la tasa de oxígeno estaba al límite, pero podría hacerlo, y eso era un contrasentido si era cierto que había genestealers a bordo. Sólo si los aparatos de restauración y re-filtrado de aire estaban conectados podía haberse mantenido el óxigeno respirable tras un posible abordaje de los xenos, y no podía imaginar que éstos no hubieran destruido todos los aparatos. ¿Acaso no eran monstruos que sólo vivían para destruir?, según lo que había sido implantado en su memoria los tiránidos eran "devoradores de cualquier signo de vida" que sólo dejaban "carcasas vacias" a su paso. Pensar que hubieran decidido mantener la integridad de esta gran nave sólo llevaba a una conclusión, que sabían que les llevaría a su siguiente "alimento". Tener esos conocimientos y comprobarlos por sí mismo era algo que siempre le impresionaba. Ya no se sentía tenso, ahora era curiosidad lo que ocupaba su mente, en cierto modo deseaba que de verdad hubiera genestealers a bordo. Aquél pensamiento hizo que su alma de guerrero tomase el control, echó un rápido vistazo a su bólter y volvió a comprobar la posición de sus hermanos. Estaba alerta y preparado.

- Avanzaremos a lo largo del corredor hasta el final, si hay bifurcaciones seguiremos siempre adelante, si no a la derecha, ¿entendido? - la voz del sargento sonó más baja de lo habitual por el canal de voz.

Todos respondieron escuetas afirmaciones por la radio incorporada al casco. A una señal el grupo se movió al unísono, la mitad llevaban combatiendo juntos alrededor de medio siglo, las nuevas incorporaciones se habían adaptado con rapidez en los entrenamientos que habían realizado conjuntamente, incluso el apotecario, que era la primera vez que se unía a la escuadra, mantuvo la coherencia en el avance.

Recorrieron un buen trecho a relativa velocidad, podrían haber ido más rápido pero estaban siendo metódicos, inspeccionaban cada hueco, habitáculo o corredor secundario con el que se tropezaban. A pesar de los sentidos aumentados y del apoyo de los sensores y registros de la servoarmadura Ghuno se dio cuenta que la oscuridad parecía aumentar a su paso. Resultaba extraño, a su lado el hermano Frehid se dio dos rápidos golpecitos en el casco, a la altura del visor izquierdo, más adelante el gesto se repitió, primero Sadus y después el propio sargento. El canal de voz empezó a crepitar con un molesto sonido de estática. Interferencias. Levantando el puño Agufer hizo detenerse a la escuadra. Se quitó el casco con un gesto brusco antes de impartir nuevas órdenes.

- ¡Maldición! Interfieren nuestras comunicaciones. Nos separaremos, quiero un equipo que vuelva atrás y se comunique con la Nudus Pugio, hay que informar sobre las interferencias, pueden creer que nos han atacado. No quiero otra expedición a nuestras espaldas. El otro equipo seguirá avanzando hasta hacer contacto.

Era evidente que daba por hecho que en la nave estaba el enemigo, sólo quería confirmarlo. Ghuno hizo ademán de quitarse el casco, pero un extraño ruido lo detuvo. Todos permanecieron alerta y a la espera. El ruido era como un siseo penetrante, pero le recordó al sonido que hace metal contra metal, sólo que  parecía distorsionado, quizás un eco que reverberaba por cada hueco de la estructura. El sargento se colgó el casco en el cinturón y con un gesto enfadado les ordenó que hicieran lo mismo. Al quitárselo Ghuno descubrió que la oscuridad era más penetrante de lo que esperaba.

El ruido desapareció de repente. Una ráfaga de bólter hizo que todos giraran la cabeza hacia la cola de la formación. Ghuno apenas pudo ver como Kerjo era tirado al suelo y arrastrado hacia la oscuridad. Humder, el apotecario, que era el segundo en retaguardia, comenzó a disparar su pistola bólter y salió corriendo tras el desaparecido. Dos hermanos más lo siguieron uniendo a él sus disparos.

- ¡No!, ¡volved aquí, debemos permanecer juntos! - el sargento apenas podía reprimir su enfado - Vamos, tenemos que seguirles. La suerte está echada.

               *               *               *
 
Avanzaron rápidamente tratando de seguir el sonido de los pasos de sus hermanos, pero en un momento dado dejaron de oirlos. La escuadra se detuvo a escuchar. Silencio. Los corredores se habían ido haciendo más oscuros cada vez, y Ghuno estaba ya convencido de que era algo innatural. El caso es que no sólo no oían nada sino que ya apenas veían nada. Según su dispositivo habían pasado más de dos horas estándar desde que habían abordado la nave, lo que le sorprendió. Miró a sus hermanos, Agufer tenía una expresión preocupada.

De repente, una ráfaga de bólter los sobresaltó. Se miraron y cada uno dijo que había oído los disparos en una dirección diferente, aunque en esta ocasión ninguno se movió, esperando las órdenes de su sargento. No fue necesario, como de la nada empezaron a atacarlos. Estaban en un pasillo relativamente estrecho, donde cabrían al menos tres hermanos hombro con hombro, sin embargo no sólo los atacaron por ambos lados del corredor, sino también desde el techo, el suelo y las paredes. Ghuno se encontró de pronto mirando una cara monstruosa a través de una trampilla que se había abierto a sus pies. Se quedó un momento paralizado, sorprendido por la aparición, tan sólo gracias a sus sentidos aumentados y su intenso entrenamiento pudo desviar un veloz ataque hacia su estómago. Descargó unos cuantos disparos a la cabeza de aquella cosa y una explosión de una sustancia viscosa y amarillenta salpicó el cañón ardiente de su bólter.
Casi al instante un golpe en el hombro lo empujó un par de pasos, pero no cayó. Levantó el bólter para enfrentarse a la nueva amenaza, pero otro golpe desvió el arma a la derecha justo cuando su dedo apretaba el gatillo. La ráfaga se perdió en la pared y el genestealer se le echó encima con un par de rápidos pasos. No lo pensó y avanzó hacia el xenos, con lo que ambos quedaron muy cerca el uno del otro, notó como uno de los pectorales de la servoarmadura era casi atravesado por un arañazo de través. Le lanzó un puñetazo con la mano izquierda, que tenía libre tras el golpe que había desviado su bólter, e impactó contra el cuello del monstruo y le hizo desequilibrarse. Momento que Ghuno aprovechó para, ahora sí, meterle unos cuantos tiros en el pecho a su enemigo.

Miró en derredor buscando un nuevo oponente, pero las sombras seguían siendo densas y apenas podía ver unos cuantos de sus hermanos luchando con otros tantos xenos. De vez en cuando una serie de disparos marcaban con su luz otro punto donde debía haber un Tridente combatiendo. Apuntó a un genestealer que se estaba acercando velozmente a él, pero a la vez percibió, por el rabilllo del ojo, como parecía moverse uno de los paneles de la pared que tenía al lado. Gruñó y forzó sus músculos al máximo, mientras vaciaba lo que quedaba de su cargador en el monstruo que se aproximaba se movió hacia el panel y lanzó una tremenda patada que atravesó cable y metal hundiendo una escotilla que estaba disimulada en la pared. Se topó con algo de resistencia, pero forzó aún más el ataque imprimiendo todo su peso. Comenzó a escuchar un ruido de succión, lo que le arrancó una sonrisa, había un genestealer agonizando, estaba seguro, más aún cuando la escotilla cedió a su peso tras un fuerte chasquido. Un líquido espeso comenzó a filtrarse por cada hueco o grieta. El xenos estaba muerto, espachurrado. Soltó un fuerte JA, bajó la pierna y se apresuró a recargar el arma. La necesitaría.



               *              *               *

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

Un nuevo impacto se hizo notar a lo largo del Puente de Mando. Los escudos aguantaron una vez más. El Capitán Asirus estaba tenso, aunque no cambiaría un buen combate cara a cara por una batalla entre naves, debía reconocer que las cosas se habían vuelto bastante intensas. Un par de naves grandes del Caos estaban esforzándose a fondo por dejar tocada la Nudus Pugio. Finalmente se alegraba de que la Quinta hubiera permanecido ociosa los tres meses en que la Barcaza había sido revisada y reparada de los habituales pero molestos problemas que de vez en cuando aparecían en una nave como aquella. Ojalá todo estuviera tan bien como aquella vetusta aeronave. No habían recibido informes de la escuadra Nubes de Humo desde hacía horas, era posible que los fallos en las comunicaciones y las transmisiones desordenadas que poblaban aquél Sistema interfirieran con los mensajes enviados desde el Pájaro Negro, pero no era seguro. Al principio había dispuesto que una nave rápida sobrevolara la zona de abordaje en un intento por recibir alguna comunicación de parte de Agufer y los suyos, pero el intenso fuego cruzado le había hecho ordenar que aquella nave se retirase.

Ahora empezaba a estar preocupado. La Nubes de Humo era una escuadra capaz. Había realizado misiones de todo tipo, siempre peligrosas, y había demostrado que eran buenos guerreros. Agufer además era un sargento que bien podría ya servir en la Primera, un veterano que solía tomar las decisiones acertadas en el momento preciso. No, quizás no debería preocuparse, sin embargo si eran genestealers los que se encontraban en el interior de aquella nave Preherejía era seguro  que la escuadra lo pasaría mal. El problema estaba en si ya habían entrado en contacto con éstos o no, aquella nave era demasiado grande para una única escuadra, por eso les había dado unas veinte horas estándar para inspeccionar todo lo que pudieran. Pero también había ordenado que se pusieran en contacto con la Nudus Pugio cada hora, y eso no había sucedido aún ni una sola vez.

Se acercó al sistema de comunicaciones.

- ¿Alguna trasnmisión desde el Pájaro Negro?

- No, Capitán, aún nada.

- Siga a la escucha.

Otro impacto en la Barcaza reverberó por la estructura. Asirus volvió a centrarse en la batalla espacial que se desarrollaba a través de la mampara de vidrio ultrarreforzado.

--Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

La decimosegunda hora del plazo acordado los sorprendió en un breve descanso entre combate y combate. Llevaban combatiendo en aquél almacén tan sólo una hora, pero desde el primer "contacto visual", como lo había designado el sargento, no habían tenido muchas oportunidades de detenerse a realizar una comprobación exhaustiva del equipo ni de los daños. Los cargadores hacía tiempo que estaban vacíos, por lo que la mayoría de los bólteres descansaban enganchados de las caderas, todos los habían cambiado por espadas cortas o cuchillos de combate. Sadus incluso luchaba con un largo tubo de plastiacero como si fuera una lanza. En cierto modo habían tenido suerte, sólo se habían perdido dos bólteres y un cuchillo, pero hubiera estado bien haber traído espadas sierra. Desde luego la de Agufer estaba dando buena cuenta de cada oponente que se le acercaba. Las bajas, si se analizaban con frialdad, cosa que Ghuno se había negado a hacer hasta aquél momento, también podían considerarse asumibles, no sabían nada de los hermanos del grupo de Humder desde su desaparición, daban por hecho que el hermano Kerjo había muerto, pero esperaban que el resto estuvieran aún vivos. Ellos mismos sólo habían tenido una baja, Hurged, un Tridente que sería recordado sin duda. Por tanto, aún eran seis guerreros, a pesar de estar rodeados por un número indeterminado de enemigos que no habían dejado de atacarlos desde hacía al menos una decena de horas estándar.

Ghuno estaba orgulloso de sus compañeros. Los genestealers eran enemigos rápidos y sigilosos, parecían preferir las emboscadas y el acoso a un enfrentamiento frontal. Aquél almacén, dónde ahora se encontraban, era una buena muestra de la estrategia de los xenos, la intención de la escuadra era encontrar algún sistema de comunicación, sobre todo cuando se había hecho evidente que se habían perdido en la inmensidad de aquella aeronave. La inspección del almacén había sido exhaustiva, luego se habían relajado y entonces se habían abalanzado sobre ellos desde todas partes. Se vieron superados en un primer momento, pero su resistencia había vuelto a debilitar el ataque del enemigo, que había acabado retirándose. Esta situación se había ido repitiendo demasiado a menudo, y Ghuno estaba seguro que sus hermanos estaban tan frustrados como él mismo. Tampoco ayudaba el hecho de que su servoarmadura cada vez tenía más marcas y arañazos, evidente muestra de que aquellos monstruos podían herir con suma facilidad si uno no tenía cuidado.

- Cada vez hay menos - era la voz de Jefuro.

- ¿Qué? ¿qué quieres decir? - le dijo Ghuno - Por muchos que matemos siempre aparecen más.

- No, no me refiero a los genestealers.

- ¿A qué te refieres entonces? - inquirió el sargento Agufer.

- A los adornos, mirad las paredes.

Todos miraron las paredes, aquí y allá se veían rastros de la sangre del combate reciente, pero era cierto que aquél almacén, después de la excesiva decoración que se habían cansado de contemplar, era extrañamente austero. Agufer se acercó a una de las paredes y la acarició con las manos, luego, con expresión sorprendida les dijo:

- No es que no haya tantos adornos como en el resto de la nave que hemos visto. Están aquí, pero están como limados, lijados.

Se acercaron intrigados y comprobaron que era cierto. Ghuno apenas notaba el suave relieve con las manos. Pero ¿cómo era posible?, ¿acaso los constructores de aquella aeronave habían decidido cambiar de una ostentosa ornamentación bien visible a un relieve apenas marcado? En otro lugar la explicación podría haber sido simplemente que un vulgar almacén no debía contener decoración, pero llevaban inspeccionando salas de almacenaje como aquella desde hacía horas, y todas contaban con los adornos marcados que ya vieran en aquél corredor que había sido su punto de partida.

Agufer ordenó una inspección más intensa de la sala, ahora no había que buscar al enemigo, sino cualquier otro indicio extraño, sospechaba de la influencia del Caos. No hubo nuevos resultados, cada pared estaba tenuemente marcada por el sueve relieve, pero nada más. Volvieron a ponerse en marcha y descubrieron que los corredores de aquella zona también tenían los adornos "limados". Luego entraron en una cámara de techo muy alto, y volvieron a sorprenderse, en aquél lugar no había sombras, aquella oscuridad que los había rodeado como una mortaja desde que pisaran la nave había desaparecido.

Revisaron cada palmo del lugar y no hallaron indicios de genestealers, pero sí había una serie de contenedores cuyas tapas parecían haber sido forzadas. Eran cajas en forma de cubo, cada una conectada mediante cables y tubos a un aparato que tenían adosado. No era difícil especular sobre aquello, la mayoría coincidió en que debían ser contenedores criogenéticos.

Aquel descubrimiento suponía un problema mayor que el estar perdidos en el interior de una aeronave de los tiempos antiguos rodeados de genestealers. La posibilidad de que los tiránidos hubieran podido mutar con lo que estuviera contenido criogenéticamente en aquellos cubos significaba que en la nave podía haber otras "cosas" sueltas y, lo más importante, podía significar que se encontraran ante una herejía de los tiempos en los que el Emperador aún andaba libremente entre los suyos. ¿Para qué iba a transportarse tal volumen de muestras genéticas en una nave militar?

Era preciso encontrar la manera de transmitir a la Nudus Pugio el hallazgo. El haber encontrado genestealers en la aeronave acababa de quedar en un lugar secundario. Agufer ordenó marcar aquel lugar de alguna manera, pero los dispositivos seguían dando problemas, así que la única solución viable era memorizar el camino desde aquel almacén hasta donde llegasen avanzando, esperaban que a algún puesto de transmisión, o bien al propio puesto de mando del Pájaro Negro. Parecía lo más lógico, no iban a conseguir nada si seguían en aquel sector de la astronave, debían ascender hasta el nivel más elevado. Así que el primer objetivo era encontrar las escaleras. Habían pasado al lado de unas cuantas a lo largo de su periplo por corredores y salas, pero el sargento desestimó el volver atrás. El que en aquella zona la oscuridad ya no estuviera presente parecía, de algún modo, alejar a los genestealers, y era preciso no demorarse en demasiados combates.

Durante una hora estándar no encontraron ningún enemigo más, habían subido dos niveles y llegado a lo que parecían dependencias de oficiales o quizás de gente más importante. Había varios comunicadores pero ninguno operativo, sin embargo tropezaron con los restos de varios genestealers abatidos. Parecían haber luchado entre ellos, las heridas eran lacerantes, indudablemente provenientes de las afiladas garras que formaban parte de su anatomía, sin embargo era demasiado extremo, había miembros amputados por todas partes, en una muestra de un frenesí asesino exacerbado que extrañamente no parecía propio de su forma de actuar. Parecía un contrasentido, Ghuno lo sabía, o al menos según la experiencia que había reunido de estos xenos en el tiempo que llevaban en la aeronave era la de ataques muy concretos, calculados, utilizados para matar o dañar con eficacia, enmascarado todo ello en esa apariencia monstruosa. Por ejemplo, ¿por qué todos aquellos cuerpos desmembrados aparecían incluso machacados? dudaba que los ataques fueran por alimentarse, no parecía faltar nada, tan sólo... volvió a agacharse y cogió entre las manos una de las cabezas genestealer. La parte superior estaba cortada limpiamente, de sus bordes sobresalían un par de finos hilillos de mucosidad, y en su interior no había nada. Dedujo que el posible cerebro había sido extraído, pero aquella cavidad estaba completamente limpia, apenas había alguna muestra de restos viscosos, parecía una labor demasiado minuciosa para el destrozado estado del resto del cuerpo.

- ¡Por el mango del Tridente! ¿Qué es eso? - parecía la voz de Sadus, estaba de guardia en el exterior de aquel cubículo. - ¡Sargento!

Los Custodios del Tridente asignados a explorar los cubículos salieron al corredor. Todos pudieron ver lo que señalaba Sadus. A unos diez pasos un ser los observaba. Su aspecto recordaba vagamente a un tiránido, pero su cuerpo parecía gelatinoso, no se veían rastros de ningún tipo de exoesqueleto y parecía estar rodeado de un extraño vaho oscuro. La piel, viscosa, parecía negra, aunque Ghuno rápidamente desechó la idea, más bien parecía que la piel era como una membrana transparente, lo que había debajo, fuera lo que fuera, era negro.

El ser se movió hacia el grupo. Conforme avanzaba desplegó un par de miembros largos pero angulosos, cada vez que rozaba con ellos las paredes del corredor dejaba un rastro de niebla o de humo negro. Oscuridad. Ghuno reconoció que aquello le pilló por sorpresa, ya sabía que la oscuridad que habían visto buena parte del camino era innatural pero no esperaba aquello. El monstruo gelatinoso imprimió de repente gran velocidad a su movimiento. En un instante se colocó frente a ellos.

Sadus lanzó un ataque con el tubo de plastiacero que sostenía como arma. Logró rozar la epidermis negruzca de aquello pero pareció lento, el ser atacó con sus miembros, parecidos a látigos, realizando una serie de golpes cruzados que Ghuno apenas podía seguir con su vista aumentada. Como uno sólo la escuadra salió de su sorpresa y contraatacó. El monstruo fintó, dejando a Sadus con multitud de marcas en su servoarmadura, en algunos puntos salían regueros de sangre. Pero el guerrero no estaba muerto, más bien parecía furioso. Agufer consiguió cercenar un pedazo de una de las extremidades de aquella abominación, pero ésta ni se inmutó, lanzó un ataque al sargento que trastabilló y cayó al suelo, luego, con un veloz giro, cortó limpiamente el brazo de Frehid. Ghuno le lanzó un tajo con su espada corta abriéndole una herida en el pecho. Tampoco aquello detuvo el ataque del monstruo, que empujó a su nuevo atacante y lanzó velozmente adelante una de sus extremidades, que penetró por el visor de Feregar saliendo por su nuca. Con un grito de odio Jefuro chocó contra la mutación y lo aplastó contra la pared, Ghuno también se lanzó sobre ella, pero vio como ésta se escurría por debajo de su hermano y le lanzó un nuevo tajo con la espada, la hoja fue atrapada en el aire por un miembro viscoso y pareció humear, con la mano libre Ghuno descargó un puñetazo en lo que creyó la sien de aquella cosa y ésta se tambaleó soltando la hoja que aprisionaba, luego algo, un objeto alargado que pasó a bastante velocidad al lado de Ghuno, la golpeó en el estómago lanzándola de nuevo a la pared.

La abominación quedó clavada, con los miembros colgando. De su estómago sobresalía un tubo de plastiacero. La espada sierra de Agufer se abatió sobre el cuello viscoso y la cabeza de aquello cayó, luego le tocó el turno a los miembros y al cuerpo. El combate había acabado.

Ghuno miró su espada, en la hoja había una marca alargada apenas visible, como uno de esos adornos que se hacen por medio de sustancias químicas. Luego miró a los suyos. Agufer seguía troceando al atacante con determinación. Jefuro se arrodillaba sobre el cuerpo de Feregar, que aparecía inmóvil, con un charco de sangre formándose bajo su cabeza. A su derecha Sadus, con la armadura enrojecida por los múltiples cortes sufridos, apoyaba su mano en el hombro de Frehid, que miraba con curiosidad su brazo cercenado en el suelo.

Se metieron en un cubículo a hablar sobre lo ocurrido. El propio Ghuno se quedó en la puerta, de guardia, mirando a un lado y al otro del corredor mientras escuchaba lo que hablaban sus hermanos. Evitó mirar los restos del ser oscuro.

- Todos sabéis que debe haber más de esas cosas - Agufer hablaba sentado en un arcón metálico, demasiado pequeño para su tamaño, pero que parecía aguantar. Estaba limpiando metódicamente su espada sierra. Quizás echaba de menos su espada de energía, se dijo Ghuno.

- ¡Qué vengan! ¡Por Dorn! - Sadus parecía excitado, el encuentro había marcado profundamente su servoarmadura, el símbolo del Águila aparecía casi irreconocible, sin embargo haber abatido al ser parecía haberle dado fuerza, su mirada era de marcada determinación.

- Hermano, estoy deseando destruir más de esas aberraciones, pero míranos. - Jefuro hizo un amplio ademán enmarcándolos a todos.

Frehid se había vendado el muñón del brazo tras aplicar una solución de tejido epidermocelular en cuanto su cuerpo había comenzado a cicatrizar la horrible herida. Levantó la cabeza para encararse airado a Jefuro. Pero éste había posado ya la mirada sobre el inerte cuerpo de Feregar, que habían colocado en un rincón, con sus armas cruzadas sobre el pecho.

- Hermanos, ¿cuánto llevamos aquí? ¿catorce horas estándar? ¿a cuántos hemos perdido? - Jefuro no hablaba apesadumbrado, sino que utilizaba su habitual tono analítico.

- Jefuro, somos Tridentes, no podrán con... - Sadus agarraba con fuerza su improvisada lanza de plastiacero.

- ¿Cuántos?

- Si damos por perdidos a los hermanos que fueron en pos de Kerjo han caído seis guerreros - contestó Agufer con tono grave - pero hemos vengado con creces sus muertes, si es que están muertos.

- Sargento, estoy de acuerdo en que hemos acabado con un gran número de genestealers, y por el Emperador que son unos xenos difíciles de abatir.

- Entonces, ¿qué estamos haciendo?, salgamos ahí fuera, ¡avancemos!. - Frehid dejó traslucir su furia mientras hablaba.

- Esperad, pensadlo. En más de la mitad del tiempo asignado hemos visto morir a manos de los genestealers sólo a Hurged, incluso si Kerjo y los otros han muerto estaríamos hablando de cinco muertos en trece horas, ahora sin embargo...

- ¡Oh por el Mango del Tridente! Jefuro ya estas con tus cuentas. - le espetó Sadus.

- ¡Silencio!, entiendo a donde quiere llegar nuestro hermano - el sargento se levantó imponiendo su autoridad - Este ser ha luchado sólo contra nosotros, y éramos seis, y sin embargo hemos tenido problemas para abatirlo. En catorce horas ¿cuántos genestealers has abatido tú Sadus? ¿o tú Frehid?

Ambos se revolvieron incómodos. Todos habían abatido un buen número de enemigos cada uno, sin embargo obviamente el ser era con mucho un oponente más peligroso. Ghuno trató de concentrarse en su vigilancia, como sus hermanos se sentía incómodo por lo que significaba que se hubieran necesitado seis Tridentes para abatir a un único enemigo. No estaban acostumbrados.

- De acuerdo, seguiremos con el plan original, debemos encontrar la manera de comunicarnos con el exterior.

- Sargento, no podemos dejar esas cosas aquí, deberíamos cazarlos. - espetó Sadus.

- Lo haremos, pero tenemos una prioridad, ¿alguna objeción Jefuro?

- No sargento, no tengo problemas en morir por mi deber, sólo planteaba un hecho.

- Tú y tus "planteamientos" - Sadus parecía haberse apaciguado un tanto y dejó que una sonrisa se pintara en su rostro.

Desde su puesto, Ghuno percibió como se aflojaba la tensión. Poco después se pusieron de nuevo en marcha. Dejaron el cuerpo de Feregar descansando en aquél lugar, su semilla, así como la de Hurged, las había recuperado Sadus, que las llevaba bien guardadas en el cinturón, era poco probable que no se degradaran, pero no podían dejarlas allí.

Pasada la decimoquinta hora lograron llegar a lo que parecía una sala de comunicaciones, probablemente de carácter secundario, pues era una serie de aparatos adosados a las paredes con una gran terminal en un rincón. Recordaba a una centralita de una ciudad colmena, pero de aspecto más anticuado y, en cierto modo, extraño. Probablemente estaba ideada para que los soldados tuvieran un medio de comunicarse al exterior cuando se encontraban en órbita de algún planeta o, quizás, para comunicarse con amigos o compañeros de naves de una misma flota. Eso significaba que las transmisiones no tendrían un alcance excesivo, pero sí suficiente como para poder comunicarse con la Nudus Pugio, o eso esperaban.

El problema era la energía, la astronave seguía sumida en las tinieblas y el silencio; aquí y allá había algunas conexiones y pequeñas luces que se encendían y apagaban, o que de vez en cuando generaban una pequeña chispa. Pero la energía general estaba inerte, precisaban generar suficiente electricidad para encender aquella centralita. Encontraron una serie de baterías acopladas al terminal central, pero parecían agotadas, sin embargo quizás pudieran recargarse si lograban derivar de alguna de aquellas luces intermitentes electricidad suficiente.

No era fácil, los cables eran pequeños para sus manos y dedos, y unos cuantos acabaron inservibles. Pero lo consiguieron, no tenían idea de cuanta energía habían logrado introducir en una de las baterías, pero la máquina comenzó a emitir un pitido en cuanto la encendieron. Tras un rápido estudio Jefuro conectó uno de los aparatos adosados en las paredes, una especie de comunicador de curiosa factura que Agufer pronto agarró. Comenzaron a buscar en las frecuencias de transmisión hasta que, con un suspiro de alivio, Jefuro dio con la Nudus Pugio, le hizo una señal al sargento y este comenzó a transmitir.

- Aquí la Nubes de Humo desde Pájaro Negro. ¿Están a la escucha Nudus Pugio?

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

+++ Aquí... de Humo... Neg... ¿Están... escucha... Pugio? +++

- ¡Por Dorn!, ¿no puede escucharse mejor?

- Lo siento capitán, la transmisión no era demasiado buena, ya hemos pasado varios filtros por la grabación.

- De acuerdo, de acuerdo, continúe con el resto.

+++ Hemos.. .contacto... genestealers, repito... establecido... con... Pero hay... más... a bordo... mutación... altam... repito... xenos.. .peligrosa. ¿...Pugio me escucha? Nudus... aquí... de Humo...jaro Neg...  +++

- Eso es todo Capitán, el resto de la transmisión es ruido de estática, imposible de limpiar.

- No importa - Asirus se volvió y se acercó al grupo reunido. - ¿Qué opinan?

- Una mutación xenos peligrosa. - dijo Contoa pensativo.

- Sí, sí, todos lo hemos oído - el capitán parecía intranquilo.

- Debe ser destruída antes de que pueda salir de esa nave - dijo el gigante de negro y rojo, el extraño en aquella reunión.

- Estoy de acuerdo con nuestro aliado - añadió la sombría voz de Requiel.

Asirus miró primero al Capellán de su Compañía y luego al enviado de los Hacheros. Haber aceptado a aquél guerrero en la reunión le había parecido lo más acertado después de haberse esforzado por establecer una relación amistosa cuando ambos capítulos astartes habían contactado. Sin embargo, ahora no estaba tan seguro de si había sido una buena decisión.

- Sargento Tolomu, está sugiriendo que la astronave Preherejía sea destruída, ¿no es así? - espetó Asirus con tono neutro.

- Sí, si es preciso sí.

- ¡No vamos a asesinar a nuestros hermanos! - Inquirió Contoa mirando a los ojos del gigante.

- No es eso lo que sugiere nuestro aliado, no te preocupes Contoa - las palabras de Asirus eran gélidas.

Requiel se había alejado un paso después de las palabras de Tolomu y, como el Bibliotecario y el mismo Asirus, miraba directamente al Hachero. Éste ni se inmutó, desde que había sido invitado al Puente de Mando tenía una actitud ruda, pero no agresiva. Era muy grande para el estándar astartes, de hecho Asirus dudaba que en su propia Compañía hubiera alguien tan alto, quizás sí igual de ancho y, por lo que había podido ver, el resto de la escuadra también tenía esa estatura, por tanto debía ser una característica física de los Hacheros. No le importaba, le molestaba más esa actitud tosca que parecía normal en ese capítulo, o el que el sargento se hubiera empeñado en llevar con él aquella extraña hacha sierra, de buen tamaño, que no hacía más que rozar cada cosa que se ponía en su camino. No, no eran aliados que hubiera deseado para los suyos, pero esperaba que en batalla estuvieran a la altura.

- He tomado una decisión. Hemos logrado descubrir desde dónde se ha producido la transmisión, así que enviaré un equipo de extracción y, si es posible de destrucción. Sargento Tolomu, ¿quiere acompañarnos?

Al gigante rubio se le formó una sonrisa agresiva en el pálido rostro.

- Por supuesto, mi escuadra está a su disposión Capitán.

Contoa y Requiel se miraron. El Bibliotecario agarró suavemente a Asirus de un hombro y lo alejó del grupo.

- Vas a ir ¿cierto?

- Claro que sí, esta vez el tema es lo suficientemente importante como para que dirija al equipo en persona.

- ¿En quién has pensado?

- En la Caparazones de Tierra, desempolvaré mi armadura táctica dreadnought.

- Buena elección pero, ¿no te llevas a nadie de la Quinta? yo podría...

- No, te necesito en la Nudus Pugio, debes mantener el contacto con los Hacheros, ¿entendido? - gruñó Asirus.

- Entendido Gran Puño.

El Capitán bufó de manera agresiva, pero estaba sonriendo, esta vez no iba a cambiar de opinión. Se llevaría con él la mitad de la escuadra de Exterminadores más laureada de la Primera, y a la escuadra táctica de los Hacheros. Por fin iba a desfogarse.

--Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

No estaban seguros de si la transmisión había sido o no recibida por la Nudus Pugio, pero no podían hacer nada más, la energía se agotó con rapidez y la centralita de comunicaciones volvió a quedar en silencio. Trataron de volver a derivar electricidad de las pocas luces parpadeantes a alguna de las baterías, pero tras una serie de chispazos quedó claro que éstas no volverían a la vida.

Agufer ordenó continuar hasta dar con el Puente de Mando, ya no debía estar lejos según sus cálculos. Y no lo estaba, llegaron a una intersección donde desembocaban un buen número de corredores, justo en el centro se encontraba la arcada que daba paso a lo que debía ser el Puente de Mando del Pájaro Negro. Casi al instante percibieron sonido de lucha en un corredor a su izquierda. El sargento dividió su menguada escuadra en dos. Frehid y Jefuro mantendrían la posición justo a la entrada del Puente de Mando, mientras Agufer se llevaría a Sadus y Ghuno a investigar, no podían correr el riesgo de inspeccionar la sala de control y tener al enemigo a tan sólo unos metros.

Ghuno agarró con fuerza el mango de su espada corta mientras seguía los pasos de Agufer, más adelante Sadus abría la marcha. Llegaron a una nueva intersección y, al girar a la derecha, se toparon de frente con otro ser oscuro, que estaba combatiendo con un par de Tridentes.

- ¡Gracias a Dorn!, son Dillos y Humder - dijo Sadus mientras lanzaba su asta de plastiacero con fuerza.

El monstruo esquivó el proyectil mientras empujaba a un lado a Humder. Dillos, con un aparatoso vendaje en la cabeza, aprovechó para hundirle el cuchillo de combate en el cuello a aquella cosa. Con un grito Agufer se abalanzó esgrimiendo su espada sierra cercenando de un golpe una de las extremidades oscuras. Ghuno llegó sólo unos instantes después y enterró su hoja en la espalda. Cuando la cosa se derrumbó todos se miraron, sin mediar palabra comenzaron a despedazar al monstruo.

Acabado el trabajo volvieron a reunirse con los que se habían quedado de vigilancia en la entrada del Puente de Mando. Humder les contó que Kerjo había muerto poco después de que lo vieran desaparecer, y que él y los demás, tras perseguir al enemigo con intención de vengar al Tridente caído, se encontraron perdidos. Había sido Dillos el que había propuesto subir a lo más alto de la astronave para buscar la sala de control central. Relataron un periplo muy parecido al que habían vivido ellos mismos, con gran número de enfrentamientos contra genestealers, en uno de ellos había caído Énghajar, luego se toparon con una zona sin esa extraña niebla oscura y pudieron avanzar sin impedimentos hasta que se habían encontrado con ese extraño ser.

- Entonces somos siete. Hemos logrado enviar una transmisión al exterior, pero no sabemos si nos han escuchado. Debemos explorar el Puente de Mando. - resumió Agufer antes de que se pusieran en marcha de nuevo.

Penetraron en la sala de control tomando todas las precauciones posibles. La escuadra se abrió en abanico e inspeccionó cada rincón antes de centrarse en las múltiples mesas con indicadores, medidores y pantallas. Sólo había algunas luces parpadeantes sin ninguna utilidad, los aparatos estaban desconectados, pero era algo que esperaban. Jefuro se encargaría de encontrar la manera de devolver a la vida a aquella sala, Ghuno estaba seguro de ello. No sería la primera vez que su hermano demostraba tener cierta pericia con los aparatos electrónicos, en Colcheru había logrado conectar una de las armas acopladas de una Stormtalon derribada y con ello había conseguido que la escuadra escapara de un peligroso cerco orko.

Pasada media hora era evidente que no iba a ser fácil conectar los aparatos. Jefuro dijo que necesitaban ver si los cables de alimentación habían sido cortados o sufrían fallos, lo que suponía invertir bastante tiempo en seguir cada puñado de cables. Agufer los agrupó para volver a planificar el modo de actuar. Sin embargo, justo antes de empezar a enumerar las posibilidades, Sadus, de guardia en la puerta de entrada, dio la voz de alarma para caer después derribado por un ser oscuro, ambos giraban por el suelo agarrados, lanzándose rápidos golpes. Antes de que los demás pudieran acercarse a ayudar a su hermano dos aberraciones más irrumpieron en la sala. Los astartes reaccionaron al instante, avanzando en una carga hacia los enemigos con el grito "¡Por el Tridente!" en sus labios.

Ghuno desvió un golpe de través y lanzó una patada. El ser se escabulló de su ataque y chocó contra Jefuro derribándolo, inmediatamente usó uno de sus brazos angulosos como un látigo abriéndole una fea herida en el rostro al caído. Frehid empujó al monstruo antes de que diera un nuevo golpe, poniéndolo una vez más al alcance de Ghuno, que clavó su espada corta en lo que parecía el muslo de la aberración. Más allá el otro ser oscuro acababa de lanzar a Humder contra uno de los aparatos,  Agufer y Dillos se esforzaron a fondo por desviar los ataques dirigidos al apotecario, haciendo retroceder al monstruo.

La espada se quedó alojada en la pierna de aquella cosa, así que Ghuno se encontró desarmado frente a un nuevo ataque de la aberración, esquivó como pudo el golpe echándose hacia atrás, pero la punta de la extremidad viscosa le abrió la mejilla hasta el labio superior, por lo que se le llenó la boca de sangre. Aquello lo enfureció, trató de agarrar la extremidad de aquella cosa, pero no lo logró. Frehid aprovechó el momento para lanzar un tajo al pecho del monstruo, pero apenas le abrió una herida leve y tuvo que parar a la desesperada una serie de rapidísimos golpes de las angulosas extremidades. Jefuro se había levantado y trataba de ayudar a Sadus, que seguía enredado en el siniestro abrazo del primer ser que había aparecido, y cuyos dientes aserrados ya habían arrancado una de las orejas del guerrero.

Los Tridentes lo estaban pasando mal, Sadus sangraba por la cabeza en el lugar donde antes había estado su oreja izquierda, mientras se esforzaba por mantener las extremidades del ser que se encontraba sobre él aprisionadas entre sus manos, además pugnaba por esquivar las dentellabas que le lanzaba a la cara. Ghuno estaba desarmado, y notaba como sus dientes superiores parecían estar al aire. Frehid se las apañaba para luchar con su único brazo, pero se le notaba frustrado por la situación. Jefuro también había perdido el arma y golpeaba la espalda del enemigo de Sadus con sus antebrazos. El apotecario, Humder, luchaba por volver al combate, se había atascado en el aparato con el que había chocado. A Agufer su enemigo le acababa de arrancar la hombrera derecha con un golpe que lo había lanzado hacia una consola plagada de botones, para luego encararse con Dillos que se defendió desesperadamente de otra serie de golpes en rápida sucesión.

Ghuno tropezó con algo en el suelo. Era la improvisada lanza de Sadus, la agarró y avanzó hacia el ser oscuro que se enfrentaba con Frehid. De un sólo golpe la enterró en el estómago de la aberración, pero ésta no cayó, golpeó en el costado a Frehid y trató de ensartar a Ghuno con su propia espada, que se había desclavado del muslo. Ghuno se lanzó al suelo girando y logró esquivar el ataque, entonces vio como una extremidad oscura se enroscaba alrededor del cuello de Jefuro, al otro lado de la sala, cerca de la entrada del Puente de Mando, y la cabeza de su hermano salió disparada a un lado cortada limpiamente. En la puerta habían aparecido dos monstruos más.

Cegado por la pérdida de Jefuro, Ghuno se lanzó de cabeza hacia los nuevos enemigos. Fue una mala idea, casi sin darse cuenta uno de los seres le había golpeado una pierna derribándolo, mientras caía el segundo le abrió una brecha en la cabeza. Desde el suelo fue testigo de algo sorprendente, de la nada apareció un enorme objeto metálico volando que se clavó profundamente en donde debería estar la clavícula de uno de los seres oscuros. Era un hacha de guerra, pero simple, no parecía de energía. Tras el hacha llegaron un par de astartes de servoarmadura roja y negra cargando en tromba. Derribaron a la segunda aberración y uno de ellos comenzó a descargar sobre ella tremendos golpes con lo que parecía un hacha sierra de buena factura.

Ghuno apenas entrevió que el símbolo de sus hombreras era un hacha roja sobre fondo negro, cuando entraron cinco más de estos astartes. Pronto los Tridentes y sus nuevos aliados dieron la vuelta a la situación que poco antes los había mantenido en un combate a la desesperada. Los seres oscuros fueron cayendo irremediablemente. Ghuno tuvo que reconocer que los gigantes rojinegros eran unos buenos combatientes, un tanto salvajes, pero sabían bien usar sus hachas, de hecho apenas hicieron un puñado de disparos con sus bólteres durante el combate.

Despedazados los cuerpos viscosos de las aberraciones, y mientras Humder se ocupaba de su tarea con el cuerpo de Jefuro, ambos grupos de astartes se reunieron en el centro de la Sala de Control del Pájaro Negro. Se estrecharon los antebrazos al modo guerrero e intercambiaron unas cuantas palabras.

- Sargento Agufer, Quinta Compañía de los Custodios del Tridente, Escuadra Nubes de Humo. - la voz del sargento era firme.

- Sargento Tolomu, de la Segunda de los Hacheros, Escuadra Invierno Negro. Los estábamos buscando.

El gigante se desabrochó los cierres del casco y se lo quitó. Ghuno se sorprendió ante un rostro curtido pero de tez pálida, cabello rubio y ojos de color gris. La expresión era de salvaje satisfacción, la mirada aún parecía estar en el fragor de la batalla.

- Bien, los hemos encontrado, su capitán estará contento. Y ahora, si no os importa, tenemos que reunirnos con su grupo, nos estamos perdiendo la diversión.

- Espere, ¿mi Capitán está aquí? - Agufer mostró la sorpresa que toda su escuadra sentía.

- Oh sí, al abordar la nave nos topamos con un gran número de genestealers y un par de cosas de esas - Tolomu señaló de manera despectiva los restos de las mutaciones oscuras - Su Capitán y su escolta se quedaron haciéndoles frente mientras nosotros nos dirigimos hacia aquí.

Ghuno miró a sus hermanos. Frehid y Humder tan sólo tenían unos cuantos cortes nuevos. Dillos también parecía estar bien, aunque su armadura había sufrido bastante castigo. Sadus se tocaba el lado donde antes se encontraba su oreja izquierda, además parecía que sus guantes se habían desgastado de manera extraña. El sargento Agufer había perdido una hombrera y parecía dolerse de algún daño interno, pero no debía ser grave.  En cuanto a él, sangraba de un corte en la frente y un buen pedazo de la piel de su mejilla izquierda se encontraba colgando de un corte que, por lo que pudo apreciar tal palparse un poco, dejaba ver parte de su dentadura.

Debían presentar un aspecto horrible, sobretodo porque las servoarmaduras habían sufrido múliples arañazos y cortes, pero estaba seguro que, como él, sus hermanos estarían más que dispuestos de volver al combate.


               *               *               *
 
Asirus estaba pletórico, se encontraba en medio de un combate que no parecía tener fin, vistiendo su antigua armadura táctica dreadnought y rodeado de hermanos de la Primera. Como capitán tenía pocas oportunidades como aquella, un pequeño grupo de ataque en una lucha a vida o muerte con multitud de enemigos, y encima xenos. Eso era lo mejor, odiaba a los alienígenas, desde mucho antes de entrar en el capítulo había tenido encuentros con seres no humanos. Mientras destrozaba genestealers con su puño de combate y les abría agujeros del tamaño de un fruto de Canamda con el bólter de asalto, se permitió recordar la primera vez que había visto un xenos.

Harían ya... ¡por Dorn! demasiado tiempo, ¿tres siglos? Posiblemente tuviera nueve o diez años, recordaba que había salido con su padre a recoger la última cosecha de la temporada, poco antes de que empezara el invierno de Nusci. En su modesta casa no había aparatos de teleholovisión ni de radio, por lo que no se habían enterado de que el Sistema entero estaba bajo ataque. Lo primero que vieron fue como el cielo se plagaba de objetos persiguiéndose entre sí, al instante uno de ellos cayó hasta estrellarse a un centenar de metros de donde su padre y él lo observaban atónitos. De los restos sólo salió un superviviente, un enorme monstruo verde que en cuanto los vio corrió hacia ellos. Su padre trató de detener a la bestia mientras le gritaba que se pusiera a salvo, pero no tenían nada que hacer...

Detuvo con un rugido las afiladas garras de un genestealer. Los recuerdos le enfurecieron, hundió el tórax del tiránido de un puñetazo derribándolo, luego le aplastó la cabeza de un pisotón. Cargó pesadamente contra un puñado de aquellos xenos utilizando su ira para lanzar golpes a diestro y siniestro. Dos, tres, hasta cuatro cayeron derribados bajo su alocado ataque, pero eran demasiados. La escuadra Caparazones de Tierra pronto estuvo a su alrededor, eran veteranos de la Primera, guerreros experimentados y resistentes. Había luchado junto a ellos en varias ocasiones, él mismo había pertenecido a la Primera antes de ser capitán, y ya entonces la escuadra tenía renombre. Habían decidido viajar con la Quinta cuando ésta regresó de su batalla en Colcheru, por lo que era seguro que estaban deseando de entrar en acción al no haber participado en aquél combate. No se había equivocado, había perdido ya la cuenta de los enemigos que habían abatido formando su guardia personal en aquella misión en la Pájaro Negro; sabía que era un líder impaciente y exigente, poco inclinado a pararse a reflexionar o planificar líneas de acción complejas, algo que Contoa desaprobaba siempre que podía, pero ellos habían estado a la altura, no se habían quejado de sus cargas en solitario, una y otra vez acababan acudiendo a su encuentro cuando lo empezaban a rodear los genestealers, comenzando entonces una metódica eliminación de los enemigos.

Habían soportado ya tres oleadas tiránidas, y el ataque de un puñado de seres oscuros que, sorprendentemente, hacían retroceder a los genestealers. Asirus no era un especialista en xenos, pero sospechaba que aquellas cosas eran mutaciones genéticas que debían alterar de algún modo a los tiránidos, quizás a raíz de algún enlace sináptico que los enfermara o les resultara insoportable. Tal vez debería haber dejado venir al Bibliotecario, para que estudiara todo aquello, sin embargo estaban en medio de una guerra multisistema, no pensaba dejar a la Quinta estática, pegada a una nave Preherejía mientras perecían miles de seres humanos. Esperaba que Tolomu y los suyos hubieran dado con la Nubes de Humo, deberían salir de allí cuanto antes, por mucho que él siguiera con tantas ganas  de continuar una lucha indefinida.

De pronto todos los genestealers empezaron a retroceder y abandonar la sala donde habían emboscado momentos antes al Capitán y los Exterminadores. Asirus ordenó mantener la posición, estaba claro que debían ser seres oscuros los que se acercaban, colocó el último cargador en el bólter de asalto y se deshizo con un brusco gesto de la mayor parte de los fluidos viscosos que bañaban su puño de combate. Sus hermanos también se prepararon, Funlo amartilló con un chasquido el cañón de asalto, apretando el gatillo en cuanto varios monstruos veloces se abalanzaron sobre la formación. El exterminador realizó un movimiento en abanico que acribilló a tres o cuatro de aquellas cosas antes de que los demás descargaran sus bólteres de asalto sobre las demás.

El sargento Guelhio atravesó con su espada de energía el vientre del primer ser que logró acercarse lo suficiente, mientras Asirus le destrozaba la cabeza a balazos. En poco tiempo cada Tridente estaba sumido en un combate personal con uno o más de aquellos veloces monstruos viscosos. Las armaduras tácticas dreadnught eran resistentes por lo que hasta el momento ninguno de los exterminadores había sufrido una herida grave, sin embargo, aquella protección extra hacía que los astartes fueran más lentos, y ante un enemigo tan rápido cada guerrero se mostraba ofuscado por no poder acabar con las bestias velozmente.

Uno de los seres se quedó abrazado a Asirus, tratando de atacar su casco lanzando dentelladas. El Capitán simplemente lo agarró de la cabeza con el puño de combate y apretó. El monstruo era gelatinoso, pero llegó un momento en que su estructura cedió, creándose una nube viscosa con la explosión de la cabeza. Inmediatamente golpeó salvajemente a otro con el cañón del arma que trataba de alcanzarle en la pierna derecha. El golpe lanzó al ser hacia la pared, y antes de que se recuperara le disparó una ráfaga de proyectiles bólter.

Se tomó un momento para localizar a sus hermanos. Seguían todos en pie, luchando contra varios enemigos a la vez. Era posible que fueran saturados en algún momento, pues eran pocos los seres oscuros que caían. Eran demasiado veloces, pero somos Tridentes, se dijo, acabarán cayendo. Un par de monstruos lo atacaron en aquél momento y Asirus volvió con un grito de júbilo al combate.


               *               *               *


La Nubes de Humo y la Invierno Negro se encontraron con un enconado combate cuando se reunieron con el Capitán Asirus y la Caparazones de Tierra. Ambas escuadras no dudaron en unirse a la lucha. Los seres oscuros acabaron siendo abatidos, aunque uno de los Hacheros cayó, pero para Ghuno era obvio que habían logrado aprender como derrotar a tan peligroso enemigo, lo que subió la moral de su escuadra.

El problema era qué hacer a continuación. Aquella aberración genética xenos era un peligro que no debía salir de aquella nave, pero la Pájaro Negro era algo salido de la época de la Gran Cruzada, en cualquier rincón del Imperio de la Humanidad una astronave como esa sería estudiada e incluso reverenciada. El Capitán Asirus era muy consciente de ello, sin embargo, pensaba que ya era demasiado tarde para tratar de recuperar cualquier conocimiento u objeto, la nave estaba infestada de genestealers y aquellos monstruos mutados, pero, sobre todo, parecía haber sido alterada. Agufer le había informado de los relieves limados, obviamente la niebla, el humo, o lo que fuera que emanaba de los seres oscuros corroía poco a poco cada plancha de metal, cada mamparo, etc. Cada rincón de la Pájaro Negro podría haber sufrido aquél desgaste tras los milenios pasados, por lo que cualquier hallazgo probablemente estuviera alterado o modificado.

La decisión, no obstante, no era nada fácil. Tolomu sólo dijo que su capítulo era el encargado de defender el Sistema Dolnúdaca y que no estaba dispuesto a que algo así pudiera quedar libre en él, pero dejó claro que debía ser Asirus el que decidiera. A Ghuno no le gustó aquello, el sargento de los Hacheros parecía poco dispuesto a aceptar cualquier tipo de responsabilidad, y eso que, como había señalado, aquél Sistema era su casa. Agufer era de la opinión de tratar de encontrar una manera de exterminar a los enemigos sin destruir lo que quedara de los valiosos conocimientos del pasado, y el resto de la Nubes de Humo estaba de acuerdo. Los Exterminadores fueron los más concisos, para ellos lo importante era el coste, si para evitar que el mal se extendiera debía destruirse una nave, que así fuera.

Asirus no estaba seguro de qué hacer, por primera vez desde hacía años echaba de menos los consejos de Contoa. El Bibliotecario siempre opinaba sobre este tipo de cosas, y se había convertido en un consejero eficaz, pues aunque muchas veces desechara sus opiniones, era capaz de que en su mente las
ideas se aclararan. Y ahora necesitaba aquello para decidir la acción a seguir. Se había traído una gran cantidad de explosivos por si era necesario finalmente destruir aquella astronave, pero ¿y si había alguna reliquia de los tiempos antiguos?, no quería ni pensar en que algún artefacto que pudiera estar a bordo hubiera sido utilizado por algún primarca o incluso el propio Emperador y fuera realmente importante. Pero tampoco tenía tiempo para limpiar de enemigos aquella enorme estructura y explorarla de manera concienzuda en busca de... ¿de qué? ¿de un objeto olvidado miles de años atrás?

No, debía destruir la Pájaro Negro, si en el proceso desaparecía algo valioso no tenía importancia, el Imperio de la Humanidad había sobrevivido miles de años sin "eso". ¡Por Dorn! si ni siquiera era seguro que hubiera algo que salvar, es más, había muestras de herejía y aquella mutación no podía existir. La decisión estaba tomada, la astronave sería destruida.

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

- ¿Y dice que su capitán lleva ahí dentro cerca de dos horas estándar?

El delgado oficial de la Guardia Imperial tocó un momento con la yema de los dedos el mamparo de vidrio ultrarreforzado y luego se volvió hacia Contoa. Desde que había subido a bordo no había parado de observar y estudiar todo lo que lo rodeaba. Al Bibliotecario aquello le resultaba en cierto modo gracioso, pues el soldado trataba de disimular su enorme interés por cada pequeño aparato que podía alcanzar su vista sin conseguirlo, mientras infería en sus movimientos un exagerado porte militar. Afortunadamente no parecía darse cuenta de que había arrancado varias sonrisas de algunos de los pilotos de la barcaza. Pero su acompañante, un sargento de tez oscura y fuerte constitución, sí echaba ojeadas asesinas a cualquiera que tratara de mantener su mirada.

- Así es, teniente Lenden. Como le he explicado anteriormente no podemos comunicarnos con él, la "Pajaro Negro" parece tener algún tipo de campo estático que actúa contra las ondas de comunicación.

- Perdone pero, ¿Pájaro Negro? - Lenden cruzó los brazos sobre el pecho y luego levantó la mano izquierda para acariciarse la fina perilla que le crecía bajo el labio inferior.

- Es el nombre que le hemos asignado a la nave Preherejía.

- Interesante... ¿Sabe?, no soy más que un simple oficial de los Fusileros Dolnudacitas, y nosotros tenemos fama de ser algo brutos y analfabetos. - a su lado el sargento carraspeo - ¿Es o no es cierto sargento Helldan?, no importa, lo somos y punto. Sin embargo, Bibliotecario Contoa, incluso yo sé que esa nave de ahí es importante. Antes de... antes de que las naves del Caos nos atacaran ya habíamos recibido órdenes de no estropear ninguna de las otras, las... naves Preherejía, y le aseguro que había un interés muy marcado por ello, yo diría incluso que las órdenes venían de demasiado arriba, ¿me entiende?

- Sí, entiendo la importancia de investigar conocimientos de los tiempos antiguos.

- Pero su Capitán ha bajado ahí abajo - dio varios golpecitos con un dedo en la mampara señalando la Pájaro Negro - cargado de explosivos.

- Así es. Le aseguro que a mí tampoco me agrada eso.

- No, no, si a mí ni me va ni me viene. Soy un simple teniente, ya sabe. Pero a mi el tema me huele mal, si los de arriba quieren que esas naves no sufran daños es que tienen algo planeado y... bueno digamos que no estoy seguro de que haya llegado información alguna a ningún poder más allá del subsector, es más, me atrevería a decir que ni siquiera el Lord Gobernador de Guthor tiene idea de lo que tenemos aquí.

- Lo que podría considerarse traición. A nosotros desde luego sólo nos llegó una petición de ayuda algo escueta.

- Sí, bueno, usted lo ve así, yo lo veo más bien como una demostración de intereses por parte de... bueno, permítame decir simplemente los poderosos de "por aquí". Lo que quiero decir es que si ese "pájaro" muere ustedes podrían tener algunos problemas.

Contoa miró al oficial dolnudacita serio al principio, pero luego sonrió levemente.

- Teniente entenderá que somos astartes, así que si me dice esto es porque...

- Yo sólo señalo un posible problema. Obviamente son guerreros del Emperador y no tienen mucho que temer, sólo le recomiendo que tengan cuidado con sus aliados.

Tras su enigmática frase el teniente Lenden cambió de conversación y empezó a hablar de otras cosas. Contoa decidió que le había dado ya suficiente en qué pensar sobre aquello y se alegró de tratar temas más triviales. Sólo deseó que la decisión de su capitán fuera la acertada.

--Exterior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

¡Por Dorn!, no esperaba que las cosas salieran de ese modo. Ghuno no estaba totalmente de acuerdo con destruir la enorme nave, pero el capitán había tomado su decisión así que ninguno había protestado. Se habían reunido todos en la nave que había servido para transportar al Gran Puño y los suyos a abordar la Pájaro Negro. Y allí habían decidido cómo destruir la astronave. Hubiera sido una pérdida de tiempo y efectivos tratar de llegar al centro energético nuclear por los interminables pasillos y salas plagados de enemigos, así que lo harían "por fuera". Buscarían la zona del casco que pudiera llevarles directamente a alguno de los reactores nucleares avanzando lo menos posible, harían un enorme boquete en el casco con las armas de la nave de transbordo y utilizarían las servoarmaduras bien presurizadas para "saltar" al espacio e introducirse en la Pájaro Negro para colocar las cargas de explosivos. Era... audaz, por no decir temerario, pero al capitán Asirus le había parecido una solución rápida y eficaz. Así era el Gran Puño.

Por supuesto, contaban con utilizar la despresurización de la vetusta nave para que fuera ralentizando su "caída" al interior, de manera que el aire liberado los frenase conforme se acercasen, pero eso dejaría poco margen para maniobrar y era muy posible que el grupo de voluntarios acabara con la servoarmadura llena de abollones y arañazos, poniendo en peligro la presurización hermética, y eso con suerte. Aunque el capitán parecía deseoso de ir él mismo a aquella misión, su armadura táctica dreadnought no era lo ideal para aquello, por lo que tanto él como los exterminadores estaban descartados. Sólo Agufer y Ghuno tenían las servoarmaduras completas, y los cortes y arañazos que éstas presentaban habían podido ser sellados con facilidad, así que se habían presentado voluntarios para la misión, los acompañarían dos Hacheros, el tal Tolomu y Gandeh, un guerrero que no dejaba de soltar salvajes risotadas mientras se ataba el hacha a la muñeca. Cada uno llevaría una serie de cargas explosivas, además se habían pertrechado con un lanzamisiles para, teóricamente, ayudarse de la onda expansiva de la explosión de un misil para frenar aún más su caída si las cosas no iban del todo bien.

Y ahí estaban, acababan de volar parte del casco de aquella sección y tanto Ghuno como Agufer y sus aliados, habían saltado al vacio cuando un buen pedazo metálico de casco retorcido se había alejado lo suficiente tras saltar por los aires.

Desde el principio su cuerpo había empezado a girar sin demasiado control, mientras se tensaba la cuerda que lo conectaba por la cintura al resto. Ghuno apretó los dientes y de pronto notó como algo ejercía un empuje suave desde la aeronave por lo que su salto empezó a ralentizarse. Aquello debía ser la despresurización, como estaba planeado, o eso esperaba. Pero no sintió alivio, pues su giro siguió siendo algo errático y era incapaz de centrar su visión. Tampoco le llegaba ningún tipo de sonido, a excepción de su propia respiración, quizá su casco sí que había sufrido más problemas de los que esperaba, aunque era tarde para una revisión completa. De improviso, su cuerpo chocó violentamente con algo que lo agarró. Era Tolomu, y se sintió agradecido de poder dejar de girar, aunque no podía comunicarse con el gigante de rojo y negro. Cuando el sargento Hachero lo soltó pudo ver como a su alrededor la estructura retorcida de metal, cables y gases pasaba junto a él a cada vez menos velocidad, aunque intuía que no estaban frenando lo suficiente. Miró hacia arriba, al hueco por el que habían penetrado en la Pájaro Negro, y pudo ver la negrura espacial salpicada aquí y allá de estrellas. Sabía que el agujero que habían abierto en el casco era bastante grande por lo que ver aquél pequeño boquete sólo podía significar que estaban ya bastante dentro de la aeronave.

Dirigió los ojos hacia abajo justo a tiempo para esquivar con torpeza una pieza de plastoacero que, estaba seguro, podía haberle cortado limpiamente por la mitad. No tuvo tiempo de suspirar de alivio pues en tan sólo unos segundos iban a chocar contra una enorme pared de metal. Habían llegado al fondo del "agujero". Agufer disparó el lanzamisiles que llevaban y la onda expansiva de la explosión logró que redujeran su velocidad lo suficiente como para que el impacto fuera soportable para sus cuerpos mejorados. Esa era la teoría, y parecía estar saliendo bien, a Jefuro le hubiera encantado participar de todo aquello, de hecho Ghuno estaba seguro que su hermano caído hubiera aportado ideas mucho mejores que aquella, pero...

!CLONC¡ El impacto contra el muro metálico lo dejó un poco aturdido. Se levantó como pudo y activó el campo magnético de sus botas para no salir despedido mientras buscaban una entrada y seguir penetrando en la astronave. Sacudió la cabeza con la esperanza de que su visión dejara de ser borrosa. Gandeh, unos cuantos pasos más allá, comenzó a hacer gestos señalando un hueco que parecía dar a un pasillo sin ningún tipo de relieve. Mala señal, se dijo.

Como si le hubieran leído el pensamiento, del hueco saltó uno de los seres oscuros y se aferró al guerrero Hachero antes que éste pudiera usar su hacha. Agufer era el que estaba más cerca y logró atravesar lo que debía ser la cabeza de aquella cosa con la espada sierra. Tolomu activó su hacha sierra y se lanzó al hueco en cuanto un objeto serpentino viscoso asomó por allí. Ghuno decidió que no iba a quedarse quieto, sacó su espada corta y cargó junto al sargento Hachero.

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

- Mala idea, mala idea - el teniente Lenden no dejaba de negar con la cabeza mientras seguía observando por el enorme mamparo.

- Al Gran Puño es difícil hacerle cambiar de opinión. - Contoa se abstuvo de realizar el mismo gesto que el oficial guardia imperial, pero estaba de acuerdo en que aquella quizá no fuera la mejor solución.

- "Gran Puño". Supongo que se refiere a su Capitán, desde luego debe ser un guerrero que prefiere utilizar los puños siempre que puede. - dijo el dolnudacita golpeando suavemente con el dedo el vidrio reforzado.

A sus espaldas se oyó como el filo de una espada salía velozmente de su funda. Contoa se giró con rapidez y logró detener el movimiento de Furnsa. Luego hizo una leve señal a Wernoh para que se relajara. Carraspeó para llamar la atención de Lenden.

El teniente humano se giró con una media sonrisa pintada en el rostro, no pareció sorprendido cuando vio la escena que se desarrollaba a sólo unos pasos. El Bibliotecario agarraba la muñeca de un compañero Custodio del Tridente con la espada de energía medio desenfundada y la cara contraída en un gesto de ira. A su lado, otro Tridente apuntaba con su pistola bólter al sargento Helldan, que apretaba la maníbula agarrando con fuerza el mango de su cuchillo de combate, no había logrado desenfundarlo.

- Teniente, le rogaría un poco de... inteligencia. Le presento a Furnsa, Campeón de la Quinta Compañía, y a Wernoh, uno de nuestros veteranos más destacados.

- ¿Cómo se atreve a hablar así del Gran Puño? - el Tridente de la espada dejó finalmente que ésta volviera a su funda con un sonoro chasquido, pero sus cejas seguían mostrando su cólera.

- Furnsa...

- No, Bibliotecario, exijo una disculpa.

- Exigimos una disculpa - añadió con tono grave Wernoh, enganchando de nuevo su arma a la cadera.

- Por supuesto, por supuesto. Guerreros, pido disculpas por mi estúpidez, no conozco a su capitán y estoy seguro de que es un gran líder. - mientras hablaba el teniente Lenden se mesaba la perilla, acabando con una ligera reverencia.

Ninguno de los agraviados pareció convencido de aquella disculpa, pero Contoa supo que no volverían a tener intención de agredir y se volvió a los dolnudacitas.

- Es una lástima que nos dejen tan pronto teniente. - dijo lentamente.

- ¿Los dejo? - el teniente se pasó la lengua por el labio inferior.

- Sí, usted y sus hombres volverán a su nave, dígale a sus superiores que mantendremos el contacto.

- Siento de verás mis erróneas palabras de hace un momento...

- Y nosotros las aceptamos, pero no hay nada más que podamos tratar.

- Ya... - Lenden giró un momento su vista justo cuando se produjo una explosión en un pequeño punto del casco de la astronave preherejía llamada Pájaro Negro. Movió de nuevo la cabeza con gesto negativo, era evidente que la misión de la que que el Capitán Asirus les había informado por radio había dado comienzo. - Una lástima.

--Interior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

Habían logrado llegar a uno de los núcleos de energía tras abrirse paso a golpes y sangre. Ni siquiera remataban a los seres oscuros que caían, pues el tiempo era vital, siendo sólo cuatro si se quedaban quietos en un mismo sitio serían superados con facilidad, así que habían sido salvajes y habían avanzado sin descanso entre tantos enemigos que Ghuno estaba empezando a perder la cuenta, y eso que era evidente que en cada ocasión los atacaban menos seres. Llegar por fin a su destino no les había hecho recuperar el resuello, pues parecía que el calor que desprendía el reactor había servido para crear una especie de... no sabía ni cómo llamarlo, ¿criadero?, sí, quizá fuera eso. La sala estaba repleta de mucosidad y de estructuras ovoides desde el suelo hasta el techo, y vaharadas de gas negruzco eran expulsadas aquí y allá a cada paso que daban. Lo primero que había visto al entrar en aquél lugar había sido cómo una de aquellas "crías" salía de su cascarón retorciéndose y luchando con la masa viscosa que la rodeaba como una mortaja, cuando la membrana empezó a sisear se hizo evidente que aquellos monstruos nacían ya con su "toque" ácido y no pudo evitar espachurrar al ser de un golpe seco.

Ahora sus botas y las de sus compañeros pisaban "aquello" mientras avanzaban con un asqueroso ruido de succión y chapoteo que plagaba el lugar de unos ecos desagradables, acompañados de fondo por el zumbido sordo del núcleo de energía. La iluminación era muy pobre, ni siquiera sus sentidos aumentados podían penetrar las zonas de niebla oscura que se formaban a su alrededor, sólo el reactor lanzaba algún tipo de iluminación estable. Agufer había decidido que debían atarse de nuevo entre sí para no separarse, ya que de cada huevo, bolsa de oscuridad y mezcla mucosa parecía salir una pequeña criatura oscura. No había seres "adultos", o al menos no se los habían encontrado desde su último ataque antes de penetrar en aquella sala, pero las diminutas aberraciones se agarraban a los astartes a cada paso, y su simple contacto empezaba a "fundir" la servoarmadura lentamente, haciendo que los avisos de ésta no dejaran de destellar y sonar. Ghuno había conseguido que su casco volviera a otorgarle cierta audición, o más bien un golpe fortuito había devuelto a la vida los sensores, sin embargo, ahora, con todos los pitidos y símbolos en rojo plagando su visor, pensó seriamente deshacerse del casco mientras daba manotazos para quitarse de encima a los monstruítos pegados a su servoarmadura. Pero se suponía que debían volver a salir, y sólo había un camino, el espacio, aunque no tenía idea de cómo lograrían regresar al boquete que habían abierto en el casco con la suficiente rapidez. Sin contar con que ahora tenía nuevos arañazos y podría haber alguna zona fundida en su servoarmadura. Decidió pensar en ello más tarde, ahora estaban ya cerca del reactor.

Acabaron de colocar las cargas y sólo quedaba poner en marcha el tiempo que tardarían en detonar cuando una enorme aberración los atacó. A pesar de que no tenían buena visibilidad pudieron entrever que tendría el tamaño de un dreadnought, su apariencia era similar a la de los seres oscuros que ya estaban acostumbrados a ver pero, mientras que éstos contaban con tan sólo un par de brazos gelatinosos con aspecto tentacular, aquella cosa tenía gran cantidad de miembros. A Ghuno le vinieron a la mente serpientes negras enredadas entre sí o látigos de múltiples "colas", sobre todo cuando el monstruo comenzó a hacerlos restallar sobre ellos. Los cuatro cayeron desordenadamente y si no hubiera sido por la cuerda que los conectaba más de uno habría salido despedido. Tolomu se levantó con un rugido agarrando con fuerza su hacha sierra y comenzó a dar potentes golpes a derecha e izquierda tratando de acertar a los tentáculos viscosos. Gandeh se le unió con su propia hacha, mientras Agufer y Ghuno protegían como podían las cargas explosivas. Era evidente que si el ácido corrosivo del ser oscuro rozaba algún explosivo no iban a salir de allí con vida. Pero los "látigos" eran demasiados y Ghuno empezó a desesperarse al no poder desviarlos con su espada corta. A su lado, Agufer no tenía mejor suerte.

- No podemos quedarnos aquí, llegará un momento en que las cargas estallarán, la niebla... - Agufer calló un momento pensativo, luego exclamó con una nueva expresión de resolución - todo va a explotar al fin y al cabo.

Ghuno sólo pudo afirmar con la cabeza. En realidad estaba seguro que el sargento pensaba como él. No importaba morir en aquella nave, eran astartes y una vez que habían visto hasta dónde podía llegar a desarrollarse aquella mutación xenos su misión de destruir la astronave estaba por encima de su propia supervivencia. Echó una ojeada a los dos Hacheros que luchaban con salvaje determinación a tan sólo unos metros, también debían pensar como ellos así que... ¿para qué esperar? Agufer le leyó el pensamiento.

- Sumémonos a ellos, esto... - El sargento señaló con un gesto las cargas - no tiene importancia.

Ghuno se quitó de un tirón el casco y lo tiró lejos, luego sonrió.

- ¡Estoy de acuerdo, ellos se están divirtiendo y nosotros...! - gritó lanzando un tajo a la sierpe oscura que trataba de enrollarse en su pierna.

- ¡Nos estamos aburriendo! -  rugió Agufer.

Ambos Tridentes se lanzaron hacia adelante golpeando a izquierda y derecha. La aberración no parecía tener problemas en centrarse en cuatro atacantes a la vez, a pesar de su tamaño seguía siendo veloz y lograba mantener a la defensiva a los astartes, sin embargo, la determinación de éstos parecía dar sus frutos, unos cuantos tentáculos cayeron cercenados y el monstruo comenzó a retroceder. Gandeh también se quitó el casco y sus carcajadas, que antes sonaban amortiguadas, fueron llenándolo todo. Ghuno participó de su euforia y lo mismo hicieron los dos sargentos.

- ¡Soltad el hacha! ¡Soltad el hacha! - aullaron Tolomu y Gandeh.

- ¡Por Dorn! ¡Por el Tridente! - Corearon Agufer y Ghuno.

- ¡¡Hacha y Tridente!!

En un abrir y cerrar de ojos la sala se llenó de seres oscuros y el gigante monstruoso comenzó a retroceder hacia la puerta por la que habían llegado. Los cuatro se esforzaron por alcanzarlo pero las mutaciones los rodearon y pronto la enorme aberración desapareció de su vista.

- Va a la salida. - dijo Ghuno.

- ¿Para qué? por ahí sólo hay pasillos cerrados conteniendo la despresurización.

- ¿Y si lo que quiere es huir por el espacio? ¿necesitará aire para sobrevivir?

Los guerreros se miraron. Destruir la Pájaro Negro no serviría de nada si aquella cosa era la que ponía los huevos. Sin decir nada, Tolomu cortó de un tajo la cuerda que lo unía al resto y se lanzó en persecución de la criatura apartando de su camino cuantos seres oscuros trataban de detenerlo. Gandeh levantó su hacha con intención de hacer lo mismo, pero fue derribado por un par de aberraciones; Ghuno miró a su sargento, Agufer cortó el segmento de cuerda que los unía y le lanzó su casco mientras trataba de desenganchar su pierna del abrazo de una de aquellas mutaciones.

- ¡Hermano, ve!

Ghuno "cazó" el casco color sangre de su sargento al vuelo y dudó tan sólo un instante, luego se lo puso y cargó con todo su cuerpo para derribar los seres que se encontraban entre él y el astartes de rojo y negro que se perdía ya entre la oscuridad. Esperaba que Tolomu viera mejor que él hacia dónde se dirigían.

Alcanzó al sargento Hachero en un pasillo no presurizado. El cuerpo del astartes estaba derribado a un lado. Se acercó rápidamente y comprobó que simplemente estaba aturdido. Miró hacia delante escudriñando la semioscuridad. En el suelo, Tolomu gruñía tratando de despejar sus sentidos. Le agarró de un brazo.

- Tridente no... no me ha matado...

- Tiene prisa, hemos acertado, trata de escapar al espacio, pero por Dorn que no tengo ni idea de cómo se desplazará ahí.

- No lo necesita... hay muchas naves alrededor.

- Es cierto, no tiene más que dejarse llevar y...

- Vete, yo... te seguiré en un momento.

Ghuno lo dejó donde estaba y se apresuró a recorrer el resto del pasillo. Según la información que le transmitía el casco de su sargento era el mismo camino por el que ellos habían penetrado en el interior de la Pájaro Negro.

Le atacaron un par de seres oscuros pero se desembarazó de ellos con rapidez. Sus pasos resonaban con furia por los corredores cuando imprimió una mayor velocidad en su carrera. Por fin distinguió uno de los enormes tentáculos desapareciendo por una puerta. Cuando llegó hasta el lugar se sorprendió al salir directamente al amasijo de restos en que se había convertido toda aquella sección de la nave. Estaba justo donde sus compañeros y él habían descendido en su "vuelo". Miró hacia arriba y vio una vez más el pequeño agujero por el que podían verse las estrellas.

Mala idea. Notó un tremendo golpe en el costado, que le rompió varias costillas, y fue lanzado como un muñeco hacia un lado. Chocó aparatosamente con una amalgama de metal retorcido rebotando hacia el lado contrario. Apenas pudo enfocar su vista cuando recibió otro golpe que lo catapultó otra vez contra los muros formados por el material destrozado de la astronave. El rebote le hizo girar sin sentido, por lo que se desorientó con rapidez. En cualquier momento recibiría un nuevo ataque por lo que se esforzó por empuñar firmemente la espada corta y mantenerla en posición por si lograba rajar al monstruo.

Su movimiento empezó a ralentizarse y ahora sus giros no eran tan frenéticos por lo que pudo fijar su mirada. Se acercaba a una de las paredes metálicas pero no veía a la gran aberración. Antes de chocar consiguió agarrarse a una especie de tubo doblado que sobresalía, deteniéndose así ante el posible impacto. Desde su nueva posición volvió a rastrear los alrededores. Miró hacia abajo. Estaba ya bastante lejos del "suelo" o del hueco de salida de la parte no destrozada de la astronave en aquella sección, de hecho seguramente ya no podría llegar hasta allí de nuevo sin darse un buen golpe. De pronto descubrió como Tolomu salía de la puerta y miraba hacia arriba. Fue sorprendente ver lo pequeño que se veía el Hachero allí abajo. Parecía que le hacía señales. Giró la cabeza y miró hacia arriba, no tardó en descubrir a la aberración escalando hacia el agujero que la llevaría al espacio.

Apenas se paró a pensar, se acercó a la pared, activó el magnetismo de las botas para quedar pegado al metal y dobló las rodillas todo lo que pudo para coger impulso, se estiró rápidamente, desactivó el control magnético y saltó. Aceleró en muy poco tiempo y reprimió un grito de júbilo cuando se dio cuenta que podría alcanzar a su enemigo a pesar de que este avanzaba sin dificultad por los restos retorcidos gracias a sus múltiples tentáculos. Colocó delante suyo ambos brazos agarrando la espada corta con la punta dirigida al enorme ser oscuro.

El impacto fue brusco pero consiguió su objetivo, pues como a cámara lenta pudo ver como la hoja de su arma se enterraba profundamente en la espalda oscura y viscosa.. El monstruo se convulsionó tratando de quitárselo de encima, pero se mantuvo aferrado a la empuñadura tenazmente. Varios de los miembros del ser lo azotaron con violencia y su servoarmadura comenzó a emitir señales de malfuncionamiento crítico. Perdió la sensibilidad en la pierna izquierda y luego en el brazo del mismo lado, por lo que su agarre se debilitó y de pronto se vio flotando a varios metros de la aberración. Esta seguía revolviéndose de un lado a otro con furia en sus intentos por desclavarse la espada corta, pero cuando lo vio le lanzó un tremendo golpe de través que le hizo volar al otro lado. Chocó aparatosamente y notó cómo algo se clavaba profundamente en su costado. Debía ser algún tubo metálico de los restos de la astronave. Sus fuerzas empezaron a abandonarle, al dolor del costado se unió otro en el pecho, bajó la mirada y se topó con una profunda herida que se abría desde su pectoral derecho hasta la cadera. Una miríada de bolitas carmesí iba aumentando de número a su alrededor. Era su sangre. Su servoarmadura también se estaba despresurizando y supo que le quedaba poco tiempo.

Buscó con su mirada al enemigo. Con sus fuerzas mermadas y al borde de la inconsciencia rugió de rabia porque estaba demasiado lejos para intentar nada, si es que su cuerpo respondía, porque ahora era su visión la que empezaba a emborronarse. De pronto, un objeto rojizo impactó contra la aberración. Se esforzó por permanecer despierto y enfocar qué sucedía. Por un breve instante contempló cómo Tolomu, el bravo sargento Hachero, agarrado a uno de los tentáculos golpeaba una y otra vez al ser con su hacha sierra haciendo saltar enormes trozos viscosos.

Intentó lanzar un grito de ánimo pero la boca se le llenó de sangre y comenzó a toser. Apenas notó cómo algo cambiaba. Una serie de explosiones a sus pies empezaron a hacer temblar toda la estructura de la nave. Una de las más violentas lo sacudió y sintió como era desclavado salvajemente y lanzado al espacio sin control. Luego perdió el conocimiento.

EPÍLOGO

--Exterior de una posible aeronave imperial Preherejía, nombre en clave asignado "Pájaro Negro"---

- Debemos alejarnos de aquí Capitán - le gritó el piloto.

- ¡No!, todavía no.

- Ya es demasiado tarde, la Pájaro Negro se está desintegrando.

Asirus se negaba a pensar que había perdido a dos más de sus hombres. La misión era peligrosa sí, pero debía haber salido bien, ¡tenía que haber salido bien por Dorn!.

- ¡Señor! detecto un par de señales.

- ¿Son los nuestros?

- No estoy seguro, las señales son débiles.

- Acércanos a ellas.

- Puede ser peligroso, los restos de la...

- ¡Acércanos!

- Sí, capitán.

--Barcaza de Batalla Nudus Pugio, Custodios del Tridente--

Contoa penetró en el Apothecarium. Encontró a Asirus al lado del único cuerpo tendido en una de las camillas; repleto de cables y tubos unidos a las máquinas de respiración y medición presentaba un extraño aspecto. Los sonidos de succión y los pitidos intermitentes le trajeron recuerdos desagradables.

- Asirus, los Hacheros ya se han marchado.

El capitán le miró despacio. Su rostro estaba rígido, serio, pero sus ojos refulgían con determinación.

- ¿Cómo estaba Tolomu?

- Creo que bien, se marchó por su propio pie, aunque era evidente que estaba muy cansado. Sus heridas cicatrizarán sin problemas.

- Es fuerte.

Asirus volvió a centrar su atención en el Tridente echado en la camilla
. Durante unos minutos Contoa permaneció en silencio observando a su capitán.

- Gran Puño, él también es fuerte - dijo el Bibliotecario levantando una mano en dirección al herido.

- Sí. Debemos estar orgullosos del hermano Ghuno. Pero sólo él puede vencer esta nueva batalla que se le presenta.

Un nuevo silencio entre ambos volvió a alargarse. Esta vez fue Asirus el que lo rompió.

- Lo encontramos flotando en medio de los restos. Llevaba el casco de Agufer.

- Al que siempre recordaremos por su valor.

- Indudablemente.

- Hemos destruido la mutación. Esa oscuridad ya no se propagará por la galaxia, pero no podemos permitirnos bajar la guardia. El universo está lleno de otras amenazas.

- Y los Tridentes estaremos preparados para enfrentarnos cara a cara con la oscuridad.



(Las imágenes que aparecen en este relato son alteraciones de imágenes obtenidas en la red)


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