martes, 3 de noviembre de 2009

Caballero Púrpura (2ª parte) [Relato Warhammer Fantasy]

 CABALLERO PÚRPURA (2ª parte)

Jorem llevaba un espadón curvo, de estilo árabe, era un arma para usar a dos manos, pero su primo era lo bastante robusto como para que el peso apenas importara. Guido, por el contrario, agarraba con la diestra una espada corta, y en su zurda sujetaba un escudo redondo.

Se colocó en el centro de la estancia, como esperaba el primero de sus enemigos arremetió con un alarido. La enorme espada dibujó un semicírculo justo frente a su rostro, pero él había dado un imperceptible paso atrás y el ataque frustrado dejó a Jorem en una situación cómica. La espada había arrastrado al hombre a un lado, haciendo soltar esquirlas del suelo de piedra. No desaprovechó la oportunidad y pateó el costado de su primo antes de que se rehiciera.

Guido no se había estado quieto y podía verlo tratando de rodearlo por la derecha. Quizá el ataque errado de su hermano lo había sorprendido y había decidido ir con cuidado. Tampoco importaba, aquellos dos podían ser todo lo cautelosos que quisieran.




Le guiñó un ojo a Jorem, que lo miraba desde el suelo con gesto furioso, y se lanzó a por su otro primo. Éste apenas tuvo tiempo de levantar el escudo para parar una de sus espadas, con la otra le cercenó la oreja limpiamente. Se lanzó al suelo y rodó, el de la espada ancha se había levantado e iba a cargar hacia su posición, pero su movimiento lo había descolocado y lo aprovechó para atacar con una estocada a los riñones. Su embite fue desviado por la empuñadura del arma árabe, pero eso ya lo esperaba, así que con la otra espada le abrió un corte profundo en el muslo a su enemigo.

El combate volvió a detenerse. Guido rugía como un perro rabioso mientras echaba ojeadas a su apéndice cortado. Jorem ni siquiera pestañeó cuando su mirada se posó sobre su herida abierta. Luego atacaron a la vez.

Abrió las piernas y se inclinó un poco, dejó que se acercaran. Detuvo un golpe a su espalda y desvió el espadón con la otra mano armada. Con un giro de cintura lanzó un golpe atrás que detuvo el escudo, mientras su otra hoja hundía su punta en el pecho del enemigo delantero. En ese momento el tiempo pareció perder velocidad, o al menos todo a su alrededor parecía más lento. Torció de nuevo la cintura y saltó hacia atrás chocando contra el escudo redondo, su brazo derecho, en el golpe de retorno tras haber detenido el ataque a su espalda, abrió una línea sangrante en la cara de su primo Jorem.

Su empuje había hecho trastabillar a Guido, volvió a cargar contra el escudo para darse impulso, lanzándose hacia delante a las piernas de su otro primo. Su hombro impactó contra la rodilla derecha de éste y un espeluznante crujido de huesos, seguido de un alarido de dolor, volvió a cambiar su percepción. Ahora todo era si cabe más lento, o, posiblemente, era él el que se había vuelto más rápido.

Se desentendió del lastimado Jorem y atacó a Guido. Su primo le parecía demasiado lento. En unos instantes le había causado infinidad de cortes y había roto su guardia. Los ojos de su enemigo se abrieron con asombro cuando consiguió colocarse a sólo un paso, amagó un tajo a la cara,. Y cuando su primo cerró los ojos por instinto, le golpeó la nariz con el codo. Ni siquiera esperó oir el crujido del tabique nasal partido. Giró en redondo y lanzó una de las espadas con fuerza.

El arma se clavó profundamente entre las costillas de Jorem, que se tambaleaba mientras el hueso partido de su rodilla asomaba sanguinolento. Su primo miró la empuñadura que sobresalía más abajo de su pecho y se dejó caer al suelo.

Echó un vistazo atrás, y enseñó los dientes a Guido. Éste tenía la frente perlada de sudor y lo miraba con temor. Su nariz partida miraba hacia la derecha. Se le escapó una carcajada con el espectáculo y afianzando la espada que le quedaba giró imprimiendo un veloz golpe de través. El escudo trató de parar la cometida pero se partió en dos, llevándose consigo un par de dedos de su portador. La espada corta estuvo a punto de acertar en su estómago, lo que le enfureció. Agarrando la muñeca armada de Guido, hizo que éste se le acercara, para darle un potente cabezazo en la frente.

Soltó a su primo, que se desplomaba con los ojos en blanco. Miró en derredor y su mirada se topó con el espadón árabe, caído no muy lejos de Jorem. Con una sonrisa avanzó hacia el arma.

- Querido primo, tú te has quedado con una de mis espadas, supongo que no te importará prestarme la tuya un momento ¿verdad? – una sonrisa torcida bailaba en su boca cuando decía estas palabras.

En el suelo Jorem apenas podía moverse. Seguía tratando de sacarse la espada que permanecía clavada en su pecho. Cuando llegó junto al espadón y lo recogió vio como su primo conseguía finalmente sacarse la hoja. Un extraño silbido sonó a continuación, le había perforado uno de los pulmones.

Soltó su espada de caballería y agarró con ambas manos la espada ancha, la sopesó un momento y luego se acercó a su primo. Éste trataba de taparse la herida con una mano, con la otra interponía entre ambos la espada que se había sacado del cuerpo.

Imprimió todo el peso de su cuerpo en un golpe descendente. La hoja cortó en dos la pierna “sana” de su víctima chocando con estruendo contra el suelo. Su primo comenzó a gritar.

- Tranquilo, ya sé que me he equivocado de pierna, ahora lo arreglo.

Levantó de nuevo la enorme espada y descargó un brutal tajo en el hombro del desgraciado, amputándole todo el brazo. Ahora los gritos se hicieron desgarradores, pero parecían ir perdiendo potencia.

- ¡Vaya!. Me he vuelto a equivocar.

Oyó gemidos a su espalda. Guido volvía a estar consciente. Tiró el espadón a un lado y dejó a Jorem chillando luchando por mantener taponado el agujero de sus pulmones, algo muy difícil con los temblores que estremecían su cuerpo.

Llegó con paso rápido junto a su primo aún algo confundido por el golpe en la cabeza y le arrebató la espada corta.

- Te estas perdiendo la diversión.

Le clavó la rodilla derecha sobre el estómago y con la mano izquierda le sujetó contra el suelo. En la diestra brilló por un instante la hoja corta, antes de hundirse hasta la empuñadura en el vientre de su primo. Su víctima luchó desesperadamente, pero no le hizo caso y comenzó a abrir el estómago poco a poco. Muchas veces se había preguntado qué se escondía bajo la piel de aquellos inútiles y ahora era un buen momento para averiguarlo. Comenzó a reir con fuerza, mientras sus manos se bañaban en sangre. Cuando el corte le pareció lo bastante grande, soltó la espada corta y hundió las manos entre los intestinos de su primo.

Estaba tibio, el interior emanaba calor, y movimiento. Sí, movimiento, podía notar como los latidos del corazón se iban enlenteciendo, poco a poco. El corazón, el trofeo. Tenía que hacerse con él, Comenzó a escarbar entre las vísceras, sacando los órganos que encontraba afuera. Con sus propias manos agrandó la herida, subiendo poco a poco hacia el pecho. Se topó con las costillas que, con gesto de contrariedad partió de dos en dos. Allí estaba, su trofeo, pero no se movía, había dejado de latir. Furioso golpeó con el puño cerrado la boca del muerto. Una vez, y otra, y otra más…

De pronto se dio cuenta de que se había dejado llevar por la ansiedad, por el éxtasis de la matanza. Giró lentamente la cabeza hacia Jorem, quizá… no, estaba quieto, también debía estar muerto. Arrancó el corazón del cuerpo que tenía a sus pies y se acercó al otro cuerpo tendido. Recogió también el “trofeo” de éste y metió ambos en un saco negro que había llevado atado a la cintura. Luego se quedó un rato mirando el enorme charco de sangre que se había formado alrededor del cuerpo. No pudo evitar agacharse y coger una cantidad del preciado líquido, luego se lo embadurnó en la cara. Había sido una entretenida diversión, pero si hubiera podido arrancar uno de los corazones aún latiendo… Se detuvo, tenía ambas manos sobre el rostro, sus dedos le tapaban los ojos. Sentía una enorme explosión de alegría que pugnaba por salir a flote. Había recordado algo, aún había una posibilidad.

- ¿Nikolas?... ¿Niko?... ¿sigues ahí? – gritó dando una entonación parecida a la que su madre usaba cuando él era pequeño y lo buscaba.

Empezó a desandar sus pasos en dirección a las habitaciones del servicio.

- ¿Pequeño Niko?


__________________________________________________________________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario